«… y en un acto de piedad, el águila arrancó el corazón de Prometeo».
Muchos rituales asumen dos aspectos contrarios, apareciendo a veces como una sagrada obligación, en otras veces como parte de una actividad criminal.
La pauta para la diferencia entre estos dos aspectos del acto sacrificial depende enteramente de la función y de la víctima, pues si bien hay sacrificios que guardan cierto parecido con una violencia criminal, es el ritual y la “pureza” de la víctima lo que le separa de un acto profano.
La víctima es sagrada porque ha sido apartada de “lo otro” para poder ser sacrificada. Este tiende a ser un animal de una utilidad para el hombre, a la vez que muestre una mansedumbre y gentileza. Estos caracteres son los predilectos para hacer el sacrificio, pues, si bien el mero acto del sacrificio es visualmente violento, un comportamiento deliberadamente violento (léase violento como colérico, fúrico) no es aceptado, pues el efecto que se busca en el rito se vería comprometido o hasta anulado.
La purificación, en cuanto al rito del sacrificio, no siempre puede ser eficaz aún y cuando las mayores contingencias y precauciones sean tomadas, no hay seguridad en contra de que aun el pequeño o el más mínimo contacto con la infección puede contaminar la comunidad. Ahora bien, uno de los factores del rito es purificar la violencia en sí misma. Sangre perdida puede, ya sea, purificar al pueblo corrupto o eliminar la corrupción del individuo.
Agnus Dei
—Sacrificio como expiación.
El sacrificio ha sido descrito como un acto de humillación entre el certificante y una deidad.
El propósito del sacrificio es restaurar la armonía entre la comunidad y reforzar el tejido social que todo deriva de esto. El sacrificio juega un papel importante en la sociedad. La última no es un instituto de algún individuo ni es un ofrecido para un individuo particularmente sediento de sangre, en cambio, es un sustituto de todos los miembros de la comunidad que han optado como sustitución de la penitencia de los individuos. Sirve para proteger a la comunidad entera de su propia violencia. Es fácil ridiculizar una religión tomando en cuenta desde tomándose en cuenta o centrándose en estos ritos excéntricos, ritos como los sacrificios realizados para atraer la lluvia o un clima benefactor. Hay un común denominador que termina la eficiencia de todos tus sacrificios y se convierte más evidente aún cuando está la comunidad va creciendo. Ese común denominador es la violencia.
Marcar el sacrificio o los sacrificios en dos grupos, el humano y el animal. Esta división está basada en meramente un juicio de valor, pues se tiene la preconcepción de que uno tiene la categoría de víctima, el ser humano, mientras que el otro, el animal, es eminentemente sacrificable.
Boccato di Gloria
—El dios devorado.
Si bien todo aquel que es todo aquel católico está familiarizado con el misterio de la eucaristía, donde el cuerpo de Dios se transmuta en la hostia sagrada y la sangre en el vino, esto puede parecer ajeno para hasta extraño o violento. Si se quiere para todo aquel ajeno a los misterios católicos, esta práctica de comer al cuerpo transfigurado de Dios no es única y exclusiva para los católicos. Esta práctica se puede rastrear a otras culturas fuera de la espora católica-cristiana. Ejemplos de ellos los podemos encontrar en los brahmanes. En la antigua India, los brahmanes enseñaban que los bollos de arroz ofrecidos en sacrificios eran sustitutos de seres humanos y eran convertidos en cuerpos verdaderos de hombres por la manipulación del sacerdote.
Los aztecas realizaban un reto parecido dos veces al año en mayo y en diciembre se realizaba una imagen del dios huichilopoztli y la rompían en trozos que eran comidos solemnemente por los adoradores y por los fieles. Estatuas de masa molida de masa cocida hechas de maíz tostado amasado con miel. Nota aquí que los aztecas solo consumían el cuerpo del dios, era la única comida en ese día, pues, creían que no debía ser profanado el cuerpo de Dios por el contacto con alguna otra comida corriente. El ídolo de masa cocido era desquebrajado y repartido por los sacerdotes entre todas las familias a modo de una comunión para todo el pueblo o entre todo el pueblo huichilopoztli.
El festival del solsticio gimal en diciembre y los aztecas mataban primero a su dios huitzilopochtli y después se lo comían, moldeaban una imagen de la deidad figura humana con semillas de diversas clases y formando una pasta con sangre de niños, un sacerdote llevaba el nombre y representando el papel del dios Quetzalcóatl cogia un dardo con la punta de pedernal y la hundía en el pecho de la imagen de pasta acriollándola. Eso lo llamaban matar al dios huitzilopochtli para que su cuerpo pudiera ser comido. Otro de los sacerdotes cortaba y sacaba el corazón de la imagen y se lo da de comer al regente, el resto de ello de la imagen Era dividida entre 2 diminutos que se repartía ante el pueblo, pero ninguna mujer probaba y manjar el cuerpo del dios. Estos festines eran llamados téqualo o sea el Dios que es comido
Carne en mi carne.
—totem y carne
Como habíamos comentado unas líneas Arriba, para el hombre arcaico, el devorar el cuerpo del Dios es una suerte de sustancia de procedimiento alquímico, pues, se busca ingerir y absorber un poco de debilidad en su sustancia material ahora bien en algunos casos esta suerte de magia simpatética no solo se limita a ritos litúrgicos, sino que también influye en alimentación del hombre arcaico. las sociedades arcaicas asignan valores totémicos a la carne de los animales por ejemplo los avipones de Paraguay comían la carne de Jaguar para adquirir la ferocidad del animal los Caribes se extienden de la carne de cerdo temeroso por temor a que se les achica a los ojos como a los cerdos tampoco comían tortuga Pues creían que los haría perder su agilidad y quedar inhábiles de escapar de sus enemigos Alguno de los indios civil buenos en la región oriental de Bolivia no tocan la carne de vicuña un animal parecido a la alpaca, porque imagina que si la comen se vuelven lanudos como la vicuña. Los cayanos del noreste de Borneo tienen prohibido comer venado, pues creen que los vendría tan tímidos como los ciervos, sin embargo, los hombres pueden arriesgarse a hacerlo o comerlo solo si y si se cocina a la intemperie. Pues de esta manera el espíritu del animal escapa inmediatamente la selva y no se vuelve a entrar y no se adentra ni que lo comen.
Ahora bien, estas prácticas no solo se limitan a los animales. Sangre y la carne de los hombres muertos, corrientemente comida y sorbida para esperar bravuras, sabiduría y otras cualidades en que las comidas descollaban o las que se suponían que tenían un asiento especial en las vísceras. Otro uso particular ingerido, por ejemplo, en las tribus montañosas de África sudoriental, hay ceremonias iniciáticas. Donde se demora a un enemigo de relevante de valentía; su hígado considerado en la cinta de valor, sus orejas, supuestos asientos de la inteligencia, la piel de su frente que se cree ser el lugar de la perseverancia, los testículos tenidos como centro de la fuerza y se incinera, se guardan las cenizas con mucho cuidado en un cuerno de toro y, durante las ceremonias, la ceremonia de circuncisión las mezclan con otros ingredientes. Formando una especie de pasta que es administrada por el sacerdote tribal.
Un ritual parecido se encuentra entre los basutos de la montaña cuando estos son matados a un enemigo muy bravo. Inmediatamente, le arranca en el corazón y se lo comen, porque a ellos les dará valentía y fuerzas para batallar. Al terminar la batalla, el hombre que ha matado este tipo de enemigos es llevado ante el jefe de la tribu y recibe del médico una mezcla que mastica con su comida. Al tercer día, debe lavar su cuerpo con agua corriente y, pasado 10 días, puede regresar con su esposa e hijos. Entre los yorubas hay una práctica parecida. Los sacerdotes de Ogun el dios de la guerra, acostumbran a arrancar los corazones de sus víctimas humanas para luego ponerlos a secar, desmenuzarlos hasta reducirlos a polvo, mezclarlos con ron y ofrecerlo a personas en busca de valentía. Quienes toman la mezcla absorberán la virilidad asentada en el corazón.