Capítulo de mi próxima novela: Orozco el devoto de la Muerte.
Septiembre del 2019
Un vaso de whisky y tres monedas de la misma denominación.
Es el pago al guardián del cementerio, por darme permiso de realizar
trabajos mágicos dentro de este recinto.
Tengo un trabajo que hacer, recibí la autorización de mi
Poderosa Calavera para llevarlo a cabo, el dinero es importante, eso todo mundo
lo sabe, pero este tipo de trabajos muy bien pagados, siempre se pide permiso a
la entidad para aceptarlos o rechazarlos.
La mayoría de trabajos, como el que voy a hacer, son de
magia negra, para destruir a un objetivo, son trabajos que requieren de mucha
de mi energía espiritual, mañana no trabajare en el taxi, tengo mi mochila
donde tengo todos mis materiales, los trabajos se realizan en la noche, son más
efectivos y nadie te molestara mientras los realizas.
Algunas energías se hacen presentes, sombras se mueven tras
de mí, me dan la bienvenida, siempre soy bien recibido en el cementerio y es
que uno siempre es respetuoso con los muertos, uno no viene de forma altanera,
ni superficial, uno viene sabiendo que entra a los dominios de la Santa Muerte.
Escucho algunos susurros que me dicen bienvenido Orozco, este lugar o algún otro cementerio serán mi
lugar de descanso eterno, es bueno estar bien con los espíritus que aquí
residen.
Me encuentro en el cementerio nuevo de Santa Laura, la
ciudad tiene dos cementerios, el cementerio antiguo que se encuentra a las
afueras y sus orígenes datan desde su fundación en la época virreinal y este
nuevo cementerio, opté por hacer el trabajo en este lugar, porque en el viejo
cementerio hice un trabajo hace unas semanas y me gusta variar de lugares en
los que hago mis trabajos.
Busco una tumba, no traigo mi parche, a través del orificio
donde estaba mi ojo puedo ver a los espíritus moviéndose, puedo ver las
energías a mi alrededor, lo que no puedo ver es el camino, así que debo andarme
con cuidado para no tropezarme.
Encuentro una tumba sin nombre, está cubierta de hierba y la
lápida reza solo: La joven del broche
azul.
Recuerdo ese caso, fue allá por el dos mil trece,
encontraron a una adolescente entre el basurero, estaba desnuda, le amputaron
las manos y su único distintivo era un broche azul con forma de mariposa en el
pelo.
El caso fue viral, se hicieron manifestaciones, colectivos
de derechos humanos y feministas exigieron la investigación y que se dé con los
culpables.
Pero a pesar de todos los esfuerzos, nunca se pudo
determinar la identidad de la joven y nunca se dio con los responsables.
La Rosa de Guadalupe saco un capitulo basado en el caso,
pero causo mucha indignación por el lucro de la tragedia, que la televisora lo
saco del aire, actualmente es un capitulo perdido o como dicen los chavos, un
lost media.
Un caso más de impunidad y violencia que queda en nada, con
el pasar del tiempo y con las atrocidades que ocurren diariamente en el país,
el caso quedo olvidado. Se erigió una tumba para la joven, que ahora permanece
en el olvido.
Pongo una vela y pido permiso al espíritu de la tumba que me
dé permiso para realizar un trabajo, al fin y al cabo, el caso que tengo entre
manos es parecido a este.
-Te doy permiso.
Volteo a ver y encuentro a una adolescente entre trece y
catorce años sobre la tumba, la garganta la tiene abierta y conserva su broche
azul en el pelo.
- ¿Quién eres?
-Orozco es mi apellido y todos me llaman por el, soy brujo y
devoto de mi Santa Muerte. Te pido permiso para realizar un trabajo.
-Claro, pero primero platiquemos—me siento en la tumba y le
ofrezco un cigarro, sé que es una niña, pero no se le puede negar un pequeño
gusto a un muerto.
Lo primero que le pregunto es su nombre, ella me responde
que su nombre es Judy, así a secas, no tiene apellido o no quiere recordarlo.
Judy me cuenta que le gustaba jugar futbol con los chicos de
su barrio, aunque las niñas y las viejas chismosas de la calle, la llamaran
marimacho.
Ella no recordaba el pueblo o el nombre del estado donde
nació, pero recuerda que le gustaba el futbol y quería entrar a la liga
femenina.
Recuerda a un chico llamado Octavio que era su mejor amigo,
recuerda a don Atilio un viejo gruñón al que iban a pedirle el balón cada que
caía a su patio y su perro pitbull los perseguía.
- ¿Qué hay de ese broche azul?
-Me lo regalo mi abuelita—pone un gesto melancólico, su
abuela vivía con ella y con su madre, pero está siempre se encontraba borracha,
por eso era su abuela quien se encargaba de la casa.
Judy relataba como su abuela, les preparaba sándwiches para
ella y sus amigos, después de jugar una cascarita.
A veces iban al parque y se quedaban ahí todo el día, el
Camilo, el Roberto, el Memo y el Chino, todos eran su pandilla.
-Quería a mi mama, aunque ella no me quería a mí—me dijo en
un tono de profunda desolación, su madre estaba siempre borracha, le pegaba o
la insultaba hasta que su abuela le ponía un alto.
Una noche cualquiera todo cambio, estaban jugando en el
parque cuando llegaron las camionetas negras, Octavio le grito que huyera lo
más rápido que pudiera y se escondiera, los malos llegaron al pueblo. Hubo
disparos y después un gran incendio.
- ¿Te levantaron? —pregunto con delicadeza, con toda la que
tenía, Judy hizo un gesto negativo.
-Escape…no recuerdo como…pero escapé.
No lograba recordar cómo, pero vagó durante días en la
carretera hasta que fue rescatada.
-Pensaba que estaba a salvo, pero…
En este punto la voz de Judy va quebrándose, va temblando,
estaba muerta, pero continúa siendo una niña, me siento mal por haberle
recordado ese momento, pero después de tanto tiempo, ella quería desahogarse.
Judy me cuenta que al principio era bueno, le dio comida y
ropa nueva, pero después en ese momento ya no puede más y rompe a llorar.
Han pasado los años, pero el miedo y el dolor persisten aun
después de la muerte, Judy era una niña, a la que le arrebataron todo, como a
todos los niños que nacieron y crecieron en el sexenio calderonista.
- ¿Quién era? Dime su nombre—quería encontrarlo,
secuestrarlo, torturarlo y ofrecerlo de sacrificio a mi Poderosa Calavera, Judy
solo tiembla, los muertos pueden tener miedo también.
-No recuerdo nada…una cosa alta y retorcida con un gran
sombrero…era un espantapájaros…era…espeluznante.
Sentí un ligero escalofrió al escucharlo, pude ver el miedo
recorrer a la niña, era eso, solo una niña, asustada, despojada de su hogar,
que buscaba ayuda y en lugar de eso se encontró con un monstruo.
Judy, nadie conocerá tu nombre, nadie conocerá tus sueños,
como fue tu vida, pero yo te recordare.
- ¿Qué es este ritual?
-Un ritual para destruir a una persona.
- ¿Esa persona se lo merece? —esa persona es un niño rico,
perteneciente a una familia de la política de Tamaulipas, violo y mato a una
joven de bajos recursos, no piso la cárcel porque su familia pago fuerte sumas
de dinero y el mocoso se fue a vivir a Europa. Si las instituciones jurídicas y
Dios no hacían nada, entonces iban a solicitar ayuda a la Santa Muerte por
justicia.
No solo tenemos que soportar los abusos de los políticos,
también debemos soportar ahora que sus hijos violen a nuestras hijas, golpeen a
nuestros hijos y los dejen lisiados de por vida, asesinen, prostituyan,
destruyan vidas, todo porque son hijos de buenas familias, que van a misa los
domingos, cargan rosarios y visitan a la guadalupana cada doce de diciembre. Al
final Diosito, los ángeles y la virgencita protegen a los hijos de puta.
Judy lo pensó y permitió que lleve a cabo este ritual en la
tierra donde reposaban sus restos.
-Solo te pido un favor.
-Claro, dime cual.
-La próxima semana es mi cumpleaños, mi pastel favorito era
el de fresas ¿Puedes traerme un pastel? —acepte el trato, un pastel como
ofrenda, como regalo, incluso los muertos tienen derecho a comer pastel.
Judy desapareció, dejándome a solas para que lleve a cabo el
ritual, saco todos los elementos, incluyendo la foto del mirrey que me da asco,
con su nombre completo y su fecha de nacimiento detrás.
Realizo todo el ritual, pronuncio la invocación a mi Señora,
recito las palabras de poder y la maldición ha sido lanzada, una vez
finalizado, me despido de Judy pero esta no regresa, le prometo que volveré la
siguiente semana con un pastel.
Judy no aparece de nuevo, me doy la vuelta, una vez que se
hace una operación mágica en el cementerio, no se da la vuelta atrás o los
muertos pueden pensar que todavía hay asuntos pendientes y te pueden seguir a
casa.
Camino pensativo, escucho susurros, se despiden de mí y yo
lo hago sin voltear atrás, pienso en el hombre que mató a Judy y que está
libre, camina por ahí y algún día lo encontrare y entonces vengare a la joven
del broche azul.
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