Ceremonia
hoy es el gran día, por fin cumplo mi propósito.
Desde que puedo recordar siempre, todos a mi alrededor, corren el mismo destino que este día
cumpliré.
Todos soñamos con que este día llegue, siempre soñamos quién será el otro, el que nos
complementará: quienes somos de sexo femenino (porque aunque a los demás no les importe,
nosotros sí tenemos sexo) añoramos con un caballero de fina estampa, de figura cuidada y rostro
de buen ver. Los masculinos se llegan a lo soez al describir a quien añoran, hay algunos que no
importa si su otro es hombre, mujer o quimera, solo quieren completar su propósito en este
mundo. Los más pequeños de nosotros, al momento que son llevados, ven a su otro más como un
compañero de juego, un juego que será eterno.
Un hombre de aspecto lúgubre, estirado de parca presencia, entra al lugar donde todos nosotros
estamos, mira con detenimiento a cada uno, él mete la mano dentro de uno nosotros para sentir
nuestros fondos y la desliza con delicadeza, acaricia los relieves de algunos. El tipo que nos
vende lo mira atentamente, se acerca con sumo cuidado como si no quisiera interrumpir la
operación del interesado, se pone en seguida de él y comienza la misma rutina de siempre, la
mirada perdida del visitante se postra en él y él empieza a hablar sobre cada uno de nosotros.
Para él es una cuestión de vida o muerte, este ha sido lo único que ha hecho en toda su vida, si
no concreta la venta de uno de nosotros tendrá que pasar otra vez quién sabe por cuantos días
más. Para él también somos un gasto entre más pronto se deshaga de nosotros y consiga a otros
nuevos que nos reemplacen mejor, exalta nuestras cualidades, edades y precios, y animado se
lleva al interesado a un cuarto aparte para negociar la venta.
Empiezan los murmullos entre nosotros y la expectación sobre quién será el elegido. Después de
una breve ausencia, el interesado regresa con él a donde estamos todos y decido me elige a mí.
Vuelven a la oficina para arreglar los detalles de cuando me llevaran. En cuanto ellos salen los
murmullos volvieron, pero ahora son murmullos de envidia, escucho que unos hablan de mí,
hablan de mi edad, dicen que ya era hora porque ya me estaba poniendo vieja, otros hablan de mi
color. No dejo que nada de eso me desanime, yo solo espero que llegue la hora en que me
recojan para poder conocer a mi otro, las ansias me carcomen, mi imaginación empieza a volar.
¿Será como siempre lo he soñado? ¿Será joven, o ya mayor?, no dieron mucho tiempo para que
mi imaginación trabajase, pronto unos hombres de negro vinieron y me llevaron a conocer a mi
otro.
Cuando lo vi sentí asco no era lo que me imaginaba, era repugnante, un hombre bajo, de figura
gorda y descuidada, mal arreglado, quería huir de ahí, este no era mi sueño, pedía auxilio, pero
nadie me podía salvar, sentía su piel me repugnaba su olor era nauseabundo, su presencia no me
producía nada que no fuera asco, repulsión.
Todo paso tan rápido, aún no me recuperaba del shock cuando me di cuenta de que la misa ya
había terminado y que ya éramos uno solo.
Cuando llegamos a la que sería nuestra morada, justo antes de que nos bajaran hice cuanto pude
y gire, mi otro cayó como costal, todos gritaron de espanto, una mujer que estaba ahí desmayo,
los que nos llevaban como pudieron lo acomodaron y empezaron a echar palas de tierra encima
de mí.
Todo oscurece, la luz se extingue, tal parece que nos pudriremos juntos hasta la eternidad.
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