jueves, 12 de octubre de 2023

Las puertas de hierro. Por T.O.B. - Capítulo 5


Mientras Bonn era cargado por los pasillos, hacia los intestinos del Centro de Indagación, apenas pudo ver algo más que yardas y yardas de suelo pasando por debajo de él y las marchantes botas de los guardias que lo sostenían. Un lugar con más de diez mil variantes de caminos distintos, todos llevando hacia vectores igualmente potentes de ruina, el Centro de Indagación pulsaba con un aura de condenación tan promitente que nadie podría dudar que este era un sitio donde los aspectos más espantosos de la naturaleza humana estaban permitidos, o más bien, provocados para que salieran a la luz.

Los guardias detuvieron sus brazos y piernas con un firme agarre, apretándolos considerablemente tan pronto todos pasaron la raya en el piso que marcaba el inicio del área segura. Habían caminado a través de varios corredores, que contenían individuos a los que él podía escuchar pero no ver a causa de su incómoda postura, sin embargo las voces eran completamente más serias y menos informales que las secretarias que se habían burlado de él en su éxodo desde la oficina del anónimo oficial de Seguridad Interna que había conducido su interrogatorio.

Por lo que sabía, las secretarias pudieron haber sido un incidente preparado, parte de algún espectáculo psicológico orquestado por Seguridad Interna en perjuicio de su mente. Las voces que escuchaba mientras se adentraba aún más en los corredores del Centro de Indagación estaban silenciosas, brutalmente. Si un hombre desnudo siendo cargado atado cual cerdo por un contingente de guardias era algo que llamaba la atención de la gente en el lado administrativo del edificio, era aparentemente tan imperceptible aquí que no merecía generar una pausa a cualquier oscuro trabajo en el que el personal se estuviera ocupando. Si su situación era algo casual en el lugar al que iba, entonces estaba en problemas. 

Pero él sabia instintivamente que estaba muy en problemas y que, después de todo, no era inocente, el era un soldado de choque, aunque prácticamente en el fondo de la pirámide y solamente había visto acción en campo una vez, fuera de los confines del Cuartel General. Parecía que había estado en el Cuartel General por demasiado tiempo; ahora el sabía que, de hecho, obviamente si había permanecido demasiado tiempo en el Cuartel General.

Los guardias giraron en una esquina y se detuvieron, dejando caer al soldado raso desde la altura, menor a un pie, que existía entre su cuerpo y el suelo, mismo que previamente era de azulejos en el área administrativa y según avanzaban fue cambiando a concreto pulido. La caída no fue suficiente para causarle algún daño serio, sin embargo le sacudió y reinició el sangrado de su rota nariz. Sus fosas nasales estaban completamente taponadas de sangre, por lo que ni una gota cayó al piso o, el diablo no lo permita, en las botas de los guardias, sino que en vez de eso, se fue estancando dentro de su nariz. 

Tosió cuando el férreo liquido fluyó hacia sus canales sinusales y por su esófago.

Los guardias le tomaron por la cabeza y le colocaron una mordaza de pelota, apretando las correas de cuero alrededor de su nuca. Con igual rapidez, otro guardia le colocó una capucha negra sobre el rostro, otro le ajustó unos goggles de guardia modificados, pintados completamente de negro por encima y el ultimo le puso un par de auriculares en sus oídos, ocultos detrás de la gruesa y negra tela. Bonn estaba ahora completamente envuelto en la oscuridad, todo sonido o imagen habían cesado. Pudo sentir a los guardias levantándolo de nuevo y pudo saber por la corriente del aire que se movía por encima de su desnuda carne que habían reanudado su marcha, sin embargo ahora no podía ver la dirección hacia donde iban, ni escuchar los sonidos de las botas de combate de los guardias retumbando en el concreto. En un punto el sintió como el aire se enfriaba y la brisa lo rozaba antes de detenerse. Cuando pudo sentir a los guardias proceder de nuevo, el aire era mucho más tibio de lo que estaba en el Centro de Indagación. Había dejado un edificio y entrado a otro.

Inmediatamente lo golpeó la fuerte esencia de químicos desinfectantes, exacerbada por el aire caliente. Su mente ya estaba en un estado de grave desorientación debido a la privación sensorial, y su cuerpo se relajo ligeramente en su inmovilizado estado, por lo que pudo inferir que la tibieza del aire quizá solo servía para incrementar su susceptibilidad a la privación sensorial, misma que ya lo estaba llevando hacia la inestabilidad mental. Sintió cómo lentamente lo bajaban sobre una dura superficie de metal que parecía estar más alta que el suelo. Despojado del habla, la escucha y el movimiento, y atrozmente expuesto a un estado de humillación, shock e inmovilización forzada, todo lo que el pudo hacer fue sumergirse aun más en su mente, peleando por mantener alguna semblanza de realidad y de lo que podría sucederle.

El interior del Centro de Tortura estaba compuesto únicamente por paredes de concreto, embadurnadas en capas de pintura negra, iluminado por tenues lámparas, que,  alimentadas por generadores, brillaban desde sus soportes en lo alto del techo, abarcando el vasto interior. Una estación de monitoreo se situaba en el centro de la habitación, operada por cinco guardias sentados tras un recinto de plexiglás atestado de todo tipo de inmovilizadores, sprays químicos, bastones policiales y otras armas diversas. 

Gran parte del metal era el equipamiento original del edificio, mismo que había sido usado como penitenciaria antes de las guerras nucleares. En algún punto antes de que las bombas volaran, los prisioneros perdieron el control, pues no iban a esperar al Armagedón tras las rejas, y un disturbio masivo que involucró más de ochenta muertos ocurrió antes de que los convictos mas fuertes se abrieran paso hacia las zonas rurales circundantes. Los oficiales correccionales fueron un blanco demasiado facil e inmediato para la furia de los prisioneros. En ese momento no hubo ninguno de los usuales recursos de respaldo para emergencias en la institución, pues todos los miembros de la Guardia Nacional y la policía local estaban preparándose para una catástrofe mucho mayor.

La pintura negra había sido un añadido propio de la Organización a la infraestructura interna del área de procesamiento para la zona de segregación de alta seguridad, aparentemente recomendado por nada menos que el Comandante mismo.

Dentro de la estación de monitoreo todas las pantallas que habían sido instaladas ahí por los antiguos empleados fueron removidas al igual que las computadoras mismas, también el equipo de vigilancia electrónica, etc. Una laptop modificada por la Organización era suficiente para el secretario del Centro de Tortura, quien introducía la información esencial en la base de datos local. Producto de los interrogatorios y torturas, se levantaban notas con la información resultante y rápidamente se encriptaban a mano y se destruían. El Centro de Tortura, en función de aplicar la más alta seguridad posible, siempre se adhirió a un estándar más utilitario aún que el que se aplicaba en el resto de la Organización.

El CET (Control Externo de Tortura) era el suficientemente horrendo nombre de la unidad correccional especializada que controlaba el Centro de Tortura, cuyo nombre completo era Centro de Administración del Control Externo de Tortura (CACET). El amplio uso de la palabra administración hacía énfasis en la administración de castigos. La atmosfera era extremadamente dura y esta dureza se incrementaba con grandes dosis de terror puro en el que el CET era la puesta en escena para las mentes más sádicas al interior de la Organización. Lo más brutal de las tropas de choque, hombres que habían sido expulsados de sus unidades de entrenamiento por cometer duras prácticas de iniciación contra otros soldados, o soldados de choque que, estando operando en campo, fueron observados superando el limite en la intensidad y creatividad de la atrocidad aplicada, eran frecuentemente seleccionados para prestar servicio en el CET. Varias pequeñas unidades de endurecidos oficiales de inteligencia, versados en el interrogatorio, tortura y pioneros en el embriónico programa de la Organización para el control mental punitivo también estaban destinados al CACET.

Los oficiales de inteligencia situados en el CET en su mayor parte fueron operadores en campo, y su marca de inteligencia aplicada (la inteligencia dentro de la Organización equivale al terror) portaba el sello del tipo de operaciones en las que los interrogatorios, en muchos casos, concluían con el exterminio de la persona interrogada y usualmente con el descuartizamiento del cadáver, para posteriormente usar la carne humana como alimento, así como el obligatorio convite de huesos humanos como souvenir  cuando resultaban ser objetivos de alto nivel. La practica anterior era más común entre la élite de las tropas de choque, y el compromiso de los oficiales de inteligencia en actividades similares en campo rendía testimonio de la cruda realidad de un mundo post-nuclear y de la frecuente fraternización entre las tropas militares y la inteligencia. Para un agente de inteligencia, encamarse con una ruda matrona que manejó una ametralladora alimentada por cadena durante los exterminios a gran escala era una experiencia más que exótica.

El nivel de sofisticación era primitivo a pesar del capital de trabajo de alta gama de la instalación, que se jactaba de tener adelantos mecánicos para operar las puertas de acero que llevaban a las unidades habitacionales de segregación, dichas puertas alguna vez fueron operadas con frecuencia, muchas veces al día, abriéndose y cerrándose por impulso electrónico. Para abreviar el proceso de los guardias y del personal del CET para moverse hacia y desde las áreas de los internos de la institución, varias de las celdas al interior de las alas de las unidades de segregación fueron adaptadas para ser estaciones de guardia. Sus puertas de acero fueron removidas y reemplazadas con pesadas cortinas de plástico para que el personal pueda ir de celda en celda (usualmente los guardias se apropiaban de una hilera de cinco celdas a lo largo del corredor central) con la mínima dificultad. Las puertas provenientes de las unidades residenciales de segregación que llevan a las áreas de recibimiento, de descarga y otras zonas exteriores fueron construidas para funcionar exclusivamente por pulsos electrónicos y solían ser frecuentemente operadas por control remoto de las estaciones de guardia. Esto dejó de ser práctico debido a las restricciones con la electricidad, incluso al interior de la base del Comandante, que era uno de los pocos lugares de la Organización que tenía luces eléctricas, el matiz azulado de los reflectores enviaba a todos la clara señal de que la Organización era la dueña inequívoca del área. Ahora la puerta hacia las celdas de segregación era únicamente abierta unas cuantas veces al día, con los guardias teniendo que conectar el circuito de la entrada a una de las conexiones del generador, enviando una oleada de electricidad apenas suficiente para abrir y cerrar la puerta.

El soldado raso yacía sobre su abdomen, el frio metal de la camilla provocaba que se le hiciera la piel de gallina por toda su carne. A pesar de que no podía escuchar, podía sentir el movimiento de la camilla siendo empujada por un breve instante, antes de sentirse siendo bruscamente levantado y puesto en una delgada colchoneta. Ahora solo sufría el inicio de los debilitantes dolores causados por la prolongada inmovilización en una posición incomoda, junto con el creciente sentido de pavor y con la incapacitación mental comenzando a formarse por culpa de la capucha de privación sensorial.

Consiguió exhalar con un resoplido a través de una de sus fosas nasales, por lo que  ahora podía respirar levemente. La otra fosa nasal se mantendría totalmente taponada con sangre a menos que pudiera meterse un dedo, cosa imposible en su estado, y con la mordaza de pelota, estirando su boca incómodamente, sin proveerle ningún flujo de aire. El se mantendría en esta posición por algún tiempo hasta que su proceso formal comenzara...

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