El mariscal de campo se sentó a la orilla del bosque mientras el sol, rojo cual sangre, comenzaba a descender a sus espaldas, iluminando la cresta de las montañas frente a él, al este. Si el tiempo lo permitía, le tomaría una semana a su unidad cruzar a pie las montañas y varios días más marchar a través de las pequeñas colinas antes de llegar al nivel de piso y llegar a la base. Mientras miraba los moribundos rayos del sol iluminar con su luz carmesí las cumbres boscosas, el mariscal de campo se preguntó qué estaría pasando en el Cuartel General en ese momento del día. La mayoría de las Tropas de Choque y otros sectores de la Organización que no estuvieran desplegados estarían entonces en las sesiones de entrenamiento y aprendizaje nocturno sobre una amplia variedad de temas, incluyendo la historia del descenso del país al colapso social y la guerra nuclear, que había alcanzado su cénit hace más de setenta y cinco años. Como tal, casi nadie que siga vivo a excepción de algunos casos aislados (de los cuales nadie sabe ni ha siquiera conocido) recordaría como era el mundo antes de ese tiempo salvo por medio de los libros, cuidadosamente censurados y almacenados en la biblioteca institucional que era accesible a un grado controlado, para la mayoría de los miembros de la Organización bajo cierta clasificación de seguridad.
Ciertamente, el mariscal de campo no recordaba cómo era el mundo antes del apocalipsis, pues él había nacido justo en medio de la sangre y fuego de la anarquía social varias décadas después del colapso. Durante esos días en el territorio donde él y su madre vivían, en una tierra al norte de donde ahora son los cuarteles de la Organización, había considerablemente más diversidad en los grupos armados que operaban. Sin embargo, al operar de acuerdo a ideologías políticas y religiosas que ya llevaban mucho tiempo muertas, reversiones de los viejos días, junto con una tendencia biológica hacia métodos obsoletos para librar la guerra de guerrillas, sus grupos se vieron fácilmente absorbidos, tomados por la fuerza o exterminados por la Organización en su momento.
El mariscal de campo, desde que tenía memoria, siempre había admirado a la Organización. Su padre trabajaba como informante contra los llamados “soberanos” que vivían alrededor del área donde nació y que hablaban de la Organización con miedo y aversión, refiriéndose a ellos como comunistas, criminales y otros epítetos que no tenían sentido real en términos de lo que significaban tales adjetivos antes de que los estados del mundo se canibalizaran a sí mismos, con masivas pérdidas de vidas humanas y la permanente desaparición de la infraestructura avanzada, en un tiempo que bien ya podría considerarse como prehistoria por la forma en que las cosas suceden ahora.
A cambio de espiar a la gente de su zona, muchos conocidos de ella (que no es que eso significara mucho en esos días – y cualquier persona con el más ligero indicio de una ideología inclinada hacia la Organización entendería claramente que ese familiarismo, como se practicaba tradicionalmente, era repulsivo, nada más que una aberración burguesa), la difunta madre del mariscal de campo recibió paquetes de raciones, licor del mercado negro, armas blancas y material clandestino de entrenamiento ideológico, todo de manera periódica y todo oculto bajo la duela en una pequeña estructura abandonada en el bosque detrás de su residencia.
Su madre, de forma activa, le enseño a leer a temprana edad y le alentó a aprender cuidadosamente los panfletos de la Organización y los materiales relacionados que recibía. Esto, junto con su pasión por practicar con la gran arma de filo aserrado que su madre le confió, grabó con fuego en su consciencia la meta de convertirse en un miembro enlistado de la Organización tan pronto alcanzara la edad. En ese tiempo la Organización reclutaba a los once años de edad y más, ahora el tope de edad se redujo considerablemente y ha habido muchos niños que han sido enviados a misiones peligrosas desde los seis años, pasando su vida, desde la cuna, siendo entrenados para infligir muerte, conducir acciones de espionaje y ejecutar otras facetas sofisticadas de la ciencia política y militar según las necesidades del grupo.
Levantándose de las rocas afloradas, el mariscal de campo miró una última vez hacia el este antes de regresar por el camino de donde había llegado, de vuelta al campamento. Había terminado su reporte antes de lo previsto, lo que le permitía tener un breve respiro y una mirada a las montañas, levantándose en todo su esplendor, al este, antes de la puesta de sol.
En ese momento, sus escoltas seguían jugando con la mujer, sus gritos ahogados de pena y horror eran demasiado para su cabeza después de llenar quince páginas de documentación obligatoria y escribir eso y más en datos electrónicos, que ahora estaban asegurados en una caja con candado que cargaba con él a todas las misiones fuera del territorio de la Organización.
“Fuera del territorio de la Organización” en este punto era casi una denominación errónea hablando de esta área, pues los pocos habitantes que habían encontrado eran poco más que salvajes, existiendo solos o en pequeñas manadas, criaturas frágiles y emocionales que fueron marcados como el detritus de la civilización caída. El detritus es basura, tal y como la descripción de su trabajo dictaba, su competencia y comisión eran exterminar a tal basura, barrer con el pasado para que la Organización y su ética futurista y brutal puedan tomar el control total sin que quede ninguna traza de contaminantes humanitarios pre-apocalípticos que estropeen su histórica obra. Como paja, aquellos que simplemente vivieron pero no se empaparon del combustible del fanático deseo por el control y la dominación geopolítica, simplemente así, saldrán volando súbitamente con el violento vendaval.
Cerca del área donde la solitaria madre y el niño fueron emboscados por el mariscal de campo y su unidad de guardia de elite más temprano en el día, el nivel de atrocidad había mantenido un buen ritmo, consiguiendo seguir de forma estable a un grado inenarrablemente horrible, un gran éxito considerando la intensidad de las acciones inaugurales tomadas anteriormente contra las desafortunadas víctimas.
Luego de que el mariscal de campo dejara a sus dos adjuntos de Seguridad Interna con la mujer y el niño moribundo, dichos adjuntos que anteriormente trabajaban como guardias del campo de castigo para la Organización antes de ascender en las filas a la prestigiosa posición de guardia personal del mariscal de campo, ellos aprovecharon y aceptaron la venia de su oficial superior bastante formalmente cuando se les instruyó que se dieran gusto de lo lindo.
Los guardias venían de un trasfondo muy similar al del mismo mariscal de campo, aunque siendo menos prodigiosos en el sentido militar como es normalmente entendido. Ambos casos habían sido expuestos a la ideología de la Organización desde su más temprana infancia, excepto que en el caso de ellos, habían nacido en un área que había sido recientemente ocupada por las fuerzas del Comandante y en la que existía muy poca oposición con respecto al programa organizacional.
En áreas que simplemente comenzaban sus nuevas identidades locales como fortalezas de la Organización, era imperativo hacer conocida la presencia organizacional de forma dramática, y cometer al menos de diez a doce acciones punitivas contra la disidencia, real o percibida, para lograr un control organizacional de forma regular y consistente.
En los casos en que no había disidencia real para que se diera el control organizacional, las Tropas de Choque y el personal adjunto llevarían a cabo redadas punitivas, los mítines de critica publica y las ejecuciones eran dirigidas contra los individuos que eran designados como potenciales futuros problemas dependiendo de su historial personal y social con sus respectivas comunidades. El trabajo investigativo que guiaba las elecciones al respecto era ejecutado por los oficiales de inteligencia en campo, la información de objetivos potenciales era entregada a los manejadores de inteligencia las fuentes domesticas humanas localizadas por toda el área.
Sin un teatro político represivo como el exhibido con los mítines de crítica, saqueos y ejecuciones, cualquier potencial disidencia futura tendría luz verde de facto para reforzar sus operaciones, incipientes o activas, y los lealistas que apoyan a la misión de la Organización se verían desmoralizados con la falta de brutalidad social mecánica y aplicada. Han pasado setenta y tantos años desde que la última cabeza nuclear lanzó los brillantes rayos genocidas de su destellante sol radioactivo de muerte sobre todos los continentes conocidos, solo una considerable cantidad de derramamiento de sangre, matanza y violencia lograría llamar la atención de la gente. El populacho ya había sido efectiva y realistamente arruinado por otros medios más sutiles de comunicación política.
Los hombres que ahora se encargaban de la seguridad para el mariscal de campo habían crecido en el mismo territorio. Aunque no interactuaron en su juventud, su trasfondo compartido les facilitaba una amplia base de fuerte solidaridad en su adultez y sus vidas profesionales, especialmente en la hermética atmosfera del servicio personal del mariscal de campo.
Fijadas profundamente en sus psiques yacen huellas inexpugnables de los mítines de propaganda obligatoria organizados por las fuerzas enlistadas de la Organización y a los que acudieron cuando eran niños. En la Organización, todas las actividades de propaganda eran formuladas y administradas exclusivamente por la dirección de Inteligencia, eliminando la necesidad de que otra rama interna manejara tareas como producir literatura, formar planes de estudio y organizar eventos públicos. El propósito de este conglomerado no implicaba, sin embargo, un intento de ahorrarse el trabajo o denunciar algún tipo de falta de agudeza por parte de aquellos involucrados, pues la propaganda era de una vital e inequívoca importancia para la misión de la Organización, particularmente en las esferas del reclutamiento y la cosecha de recursos humanos.
Con las actividades de propaganda siendo manejadas directamente por la rama de Inteligencia, el Comandante podía estar satisfecho que aquellos responsables del imperativo encargo de dicha propaganda tuvieran en todo momento en la palma de su mano la completa medida de las metodologías de la guerra militar y psicológica guiadas por la Inteligencia y las avanzadas técnicas de coerción y entrenamiento policial. Especialmente en el contexto de los mítines públicos, la eficacia de tal arreglo se traducía dramáticamente en la gran tranquilidad de los sitios donde se desfilaba, mientras los oficiales declaman y los individuos seleccionados por dedazo desde el populacho local, reclutados por Inteligencia desde la muchedumbre, se coordinaban fácilmente entre ellos, perfectamente concertados para lograr un efecto de grupo masivo.
Aparte de los resultados más específicos deseados y de otros esfuerzos especializados, en general, las marchas masivas estaban diseñadas para cultivar una actitud de soberbia, identificación total con la agrupación y un fanatismo por el liderazgo y objetivos de la Organización entre los simpatizantes moderados y radicales de la población, y, en contraste, inspirar frío terror en aquellos que pudieran poseer hasta la más ligeras y latentes semillas de rebelión en sus mentes. Los desfiles siempre siguieron la misma forma en todos los sitios donde se realizaron e invariablemente comenzaban con un contingente de las Tropas de Choque marchando a través de la avenida principal o a lo largo del camino principal si es que se realizaba en un entorno estrictamente rural.
Usualmente un grupo de alrededor de cuarenta soldados de choque componían la mayor parte de la procesión, divididos en filas de cinco. Al frente de esto estaría la sección de las brigadas bebé, como se les llamaba informalmente en la Organización a los Cuerpos Juveniles, que consistían de niños y niñas de entre cinco a once años de edad. El pontífice de los Cuerpos Juveniles locales, es decir, el bizarro equivalente de la Organización para los presidentes de clase o los estudiantes valedictorianos, encabezaban el desfile portando una antorcha fabricada a partir de una cabeza humana envuelta en llamas. La cabeza siempre era de un miembro de la misma Organización y no de un enemigo externo, como inicialmente podría pensarse. Toda la faramalla estaba encaminada a preparar el camino para las políticas del Comandante contra los rebeldes externos, que vendrían después, al final y cenit de la marcha de propaganda.
La tradición de desfilar a una cabeza humana convertida en una macabra antorcha comenzó desde antes en la Organización, en los días en que los síntomas evidentes de envenenamiento por radiación se veían por doquier como parte de las espantosas consecuencias directas de la conflagración nuclear mundial. En aquellos días y desde entonces, los miembros particularmente fanáticos del grupo voluntariamente se presentan a cometer un espeluznante acto de suicidio ritual como un signo del absoluto y total compromiso de los miembros individuales del grupo hacia las metas de la totalidad colectiva. En aquellos días, en tiempos más cercanos a las guerras, los voluntarios frecuentemente eran tomados de entre aquellos que habían sido adversamente afectados por la radiación, pues se ponía en duda la continuidad a su servicio a largo plazo a la Organización por razones prácticas, a pesar de su ímpetu ideológico total. La razón esotérica tras el suicidio ritual es tan antigua como el combate mismo, estando basado en la práctica de ciertas culturas antiguas de ofrecer una cabeza humana decapitada a la diosa de la guerra, muerte, noche y destrucción a cambio de la bendición de lograr la victoria en el campo de batalla. La práctica de convertir la cabeza en un llameante símbolo de martirio para ser desfilada ante tanto simpatizantes como enemigos potenciales parece ser una innovación propia de la Organización, aunque muchos sostienen que dicha práctica ha sido ejecutada en ciertos grupos similares a la Organización desde mucho antes.
En una ceremonia privada, celebrada directamente antes de la marcha y a la que asistieron únicamente miembros uniformados de grupo y del cuerpo de liderazgo, el mártir, escogido entre los voluntarios por medio de una selección secreta por parte de un comité especial compuesto de miembros de rango de las Tropas de Choque y de la comunidad de Inteligencia, realizarían el acto de martirio de él, o ella, en un solemne y sombrío rito.
Totalmente amplificado con un licor especialmente fabricado para ello y mezclado con los estimulantes administrados por un médico de la Organización, el verdadero elemento narcótico estaba basado en la fórmula original de la metanfetamina, tal cual fue desarrollada y utilizada por los nazis en la Segunda Guerra Mundial, el mártir sería conducido al escenario, flanqueado a cada lado por mujeres (u hombres si el mártir es mujer) quienes previamente habrían actuado como concubinas del placer del mártir y como sus asistentes personales en los escasos últimos días que antecedieran a la ceremonia. Una gran hoguera y una miríada de piras de sacrificio contenidas en grandes urnas de metal serían utilizadas para alumbrar la cadavérica escena mientras el ritual tomaba lugar.
En un pedestal, tras un gran estandarte negro estampado con la insignia de la Organización, yace un largo y amplio cuchillo de la variedad de los cuchillos de combate y supervivencia, con una hoja aserrada en un extremo y un compartimiento para guardar suministros esenciales ocultos dentro del mango, una pieza de calidad elaborada por uno de los ahora difuntos gobiernos, existente antes de las guerras nucleares y mantenido religiosamente desde entonces. Pintado de negro, salvo por el filo, que ha sido afilado hasta el punto de una navaja de afeitar, el desolado y sanguinolento instrumento yace aceitado y reluciente de una luz maligna, un blasfemo e impersonal ídolo dentro de un culto forjado en el centro del mismísimo cenit nuclear de la muerte.
La insignia de la Organización era una imagen de perfil del Comandante, vistiendo una peculiar mascara negra imbuida con su escudo personal, utilizado solamente por él mismo y su propia unidad de guardias de élite, minuciosamente pintada en el área de su tercer ojo. Bandoleras con balas de gran calibre cruzaban su pecho, medallas lo cubrían a lo ancho y los cuchillos y armas de fuego guindaban en las numerosas eslingas que se sostenían de sus brazos, cinturón, piernas, pistoleras, vainas y cartucheras hechas a la medida para el armado hasta los dientes dictador de la Organización y autoridad suprema por encima de todos los habitantes humanos en las áreas que sus fuerzas controlaban. Sus ojos abrazadores, aunque mirando en blanco se notaban furiosos, mirando delante, hacia un futuro incluso aún más pesadillezco de lo que nadie podría nunca soñar. El distintivo de un enorme murciélago se alzaba por detrás del perfil del líder, con largos colmillos chorreando arroyos de sangre hacia abajo, complementando la imagen y dejando en claro la horriblemente loca y maliciosa naturaleza de la Organización y su líder definitivo.
Varios miembros de un especialmente selecto cuerpo musical juvenil, elegido de entre los más suculentos y bellos niños, se mantuvo a nivel de piso a cada lado en el escenario, vestidos en uniformes obscenamente reveladores, sonando repulsivas trompetas y tocando extraños ritmos en tambores de estilo militar. Trastornados hombres y mujeres más mayores, totalmente destruidos física y psicológicamente por los residuos radioactivos que siguen permeando sus destructivos venenos desde debajo de la tierra, miraron con los ojos en blanco y un patético anhelo sexual a los gráciles miembros y figuras de la juventud activa en toda su sublime gloria...
Wtf
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