En vez de estar en los terrenos de entrenamiento con el resto de su unidad táctica de choque a las 2:00 a.m. como estaba concertado, el soldado raso Bonn enfrentaba otro tipo de calvario totalmente distinto. Desde hace diez minutos, él ya tenía que haber estado marchando por los tenuemente iluminados corredores hacia los terrenos de entrenamiento con el resto de hombres de su barracón, pero llegó un llamado del sistema de intercomunicación. Un ensordecedor rechinido de distorsión brotó de los decrépitos altavoces montados en el muro, seguido por una voz anónima, siendo la única inflexión en el ambiente de odio indiscriminado; estandarizado e inducido por la Organización: “Raso Bonn, repórtese al Centro de Indagación inmediatamente, soldado Bonn, al Centro de Indagación.”
El mero hecho de que esto fuera transmitido en el sistema de intercomunicación, hacía que sonara muy fuerte, hasta el último rincón de la antigua penitenciaria. Por si mismo ya era lo suficientemente injurioso. Usualmente, cualquier infracción disciplinaria de cierto grado garantizaba la investigación en el Centro de Indagación y eran informadas en privado por medio de un mensajero personal actuando en nombre de sus superiores y siguiendo sus ordenes de Seguridad Interna. Aquellos a los que se les probaba culpables de antemano no recibían una notificación, simplemente eran extraídos de sus habitaciones en la oscuridad de la noche para nunca ser vistos de nuevo. Con el anuncio saliendo en el altavoz en un intervalo igualmente nocturno, era obvio que se estaba efectuando cierta guerra psicológica, incluso una orden aparentemente simple, como la de reportarse, lo marcaría como altamente sospechoso ante todos sus compañeros, una afrenta que había sido lanzada sin duda. Con sus duros ojos, los demás soldados de choque le evitaban la mirada mientras desocupaban los cuarteles para ir a entrenar; era deslumbrantemente obvio para Bonn que el mero mensaje en el intercomunicador era ya equivalente a una acusación efectiva. En un estado policial anónimo dentro de un estado policial, como ciertamente era el CG, tener el nombre públicamente asociado de cualquier forma con el Centro de Indagación era mucho peor que cualquier cosa que hubiera enfrentado a manos de sus superiores de unidad.
Ahora Bonn se encontraba solo, debajo de un vasto arco de concreto, esperando a que se abriera la puerta de acero controlada remotamente en la porción exterior del antiguo hospital para internos. Todo el edificio del antiguo hospital era enorme, consistiendo en tres alas gigantes construidas de acero, concreto y ladrillo e incluso más seguro que las otras partes de la instalación de máxima seguridad. Para el antiguo gobierno que mantenía el poder del edificio, una de las estratagemas empleadas para confinar a aquellos que eran considerados criminalmente locos era el fomentar un sistema de encarcelamiento dentro del encarcelamiento, lo que significaba que tales individuos no solamente estaban encarcelados, sino que también estaban independientemente encerrados y confinados a ciertas secciones de la institución con sus propias reglas y administración. La Organización siguió con esta corriente de las artes de la penología, pero empleó en ella muchas más y más diversas maneras que lo que los antiguos administradores de la penitenciaria hubieran soñado. La primera ala consistía en oficinas administrativas, sala principal y quirófano, la segunda había sido usada para los enfermos terminales y a la vez como depósito de material medico y la tercera albergaba las instalaciones psiquiátricas. Fuera de una entrevista de rutina llevada a cabo en un edificio adjunto al inicio de su alistamiento, Bonn no había puesto un pie adentro o cerca del Centro de Indagación en varios años, y como una persona cuerda nunca había deseado hacerlo.
Por encima, en lo alto, tanto a su izquierda como a su derecha, guardias de Seguridad Interna con cuerpos colosales lo observaban desde sus torres de vigilancia, con sus rostros completamente negros, cubiertos con balaclavas y goggles tintados; y con subfusiles silenciados MP5 firmemente sujetos en sus manos, cubiertas de guantes negros. Un tenue zumbido surgió de la puerta de acero hacia el vestíbulo del Centro de Indagación, revelando un salón bien iluminado y con una sensación sorprendentemente aséptica, con paredes de concreto pintadas de blanco barato, escasamente decoradas con varios escudos de unidad de las fuerzas internas de seguridad. Bonn entró y fue recibido con sorpresa, cuando sintió un toque ligero en su hombro.
-¿Raso Bonn?
La voz emanó de una mujer oficial, casi de su altura, vestida con el mismo uniforme negro como él, su única característica distintiva era la presencia de un pulido cinturón tipo Sam Browne y de una pequeña y sencillamente acuñada placa cromada, que la señalaba como parte del cuerpo de seguridad del edificio.
-Raso Bonn, oficial.
La oficial asintió a esta confirmación y señaló el final del vestíbulo, hacia una pesada puerta de acero con una pequeña ventana con rejillas, situada a tres cuartos hacia arriba.
-Sígame.
Procedieron hacia la otra puerta y posteriormente a través de un largo corredor mientras la oficial movía un gran manojo de llaves y abría la cerradura de la entrada detrás de ellos. Las llaves eran parte de la infraestructura original de la prisión, que estaba lista para usar en los propósitos del Comandante. Las instalaciones militares cercanas habían sido ya saqueadas en su tiempo, buscando el equipamiento contenido en ellas y luego abandonadas, para luego ser ocupadas por escuadrones de soldados de seguridad fuertemente armados, quienes custodiaban el poco equipamiento militar decadente que aun se almacenaba allí. Debido a que fueron construidas para lanzar medidas ofensivas en el pasado, la mayoría de las instalaciones militares habían estado enfocadas en librar guerras en el extranjero, no domésticamente, mientras que la penitenciaria servía a un propósito bastante más local, cosa que la hacia más segura que las bases anteriormente mencionadas.
En las bases abandonadas la mayoría de los grandes y diversos vehículos terrestres y aéreos simplemente se quedaron ahí, donde fueron desvalijados por piezas al azar y materiales según se necesitó. Las grandes cantidades de combustibles refinados que eran necesarias para correr tales gigantes mecanizados ya tenía mucho tiempo que se habían acabado y el personal humano que tenia el conocimiento para operarlos llevaba generaciones muerto. Los vehículos de mantenimiento sencillo y que pueden continuar funcionando con combustible viejo, sucio, mezclado y experimental, como los jeeps de combate y ciertos tipos de camiones blindados pequeños representaban la totalidad de la fuerza motorizada de la Organización. El uso de vehículos de combustible por parte de la población civil en áreas controladas por la Organización no existe, e incluso dentro de la Organización misma su uso se ha vuelto cada vez menos frecuente conforme pasa el tiempo. Mientras que en otras partes del mundo del mundo hubieron soñadores que pensaban al revés y buscaban exprimir hasta la última gota de esperanza de los remanentes de la vieja civilización, la Organización se portó fríamente pragmática buscando nuevas formas de hacer las cosas.
Lo que a la Organización le faltaba en tecnologías existentes de la era anterior lo compensaba con su habilidad para inspirar –e infligir – un severo terror basado en ideologías. Los artilugios de la decadente sociedad consumista del pasado son ahora en su mayoría inútiles, pero los relatos de las antiguas dictaduras, doctrinas y metodologías usadas para mantenerlas en pie tuvieron una calidad más eterna, cualidades que fueron adeptamente minadas por el Comandante en su obsesivo ascenso al poder.
El raso Bonn y su escolta se detuvieron en una puerta cerrada a su izquierda, a medio corredor, que más adelante conducía a una gran área segura, situada en un quirófano. Para este punto, Bonn estaba bañado en frio sudor, producto de la creciente paranoia, exacerbada por la presencia de su escolta, quien parecía completamente inexpresiva y desprovista de cualquier tipo de consciencia. Este segundo atributo sin duda la hacía parte de la fuerza de Seguridad Interna, quienes se complacían como nadie de alimentarse de sus propios correligionarios. Entre las Tropas de Choque y los escuadrones aun estaba la necesidad de mantener algún tipo de consideración mutua para poder ser funcionales en misiones de combate a gran escala, sin embargo la consideración mutua puede estar teñida de sadismo. La Seguridad Interna no estaba bajo tales restricciones y representaban a un animal completamente distinto.
En la Organización había una regla no escrita, en que la jerarquía se decidía según qué tan cruel y loco uno había probado ser, tanto en naturaleza como en aplicación. Considerando que el Comandante era supremo en crueldad, supremo en la patología de aplicar mecanismos de control humano, y las unidades de Seguridad Interna funcionaban como la manifestación directa de esa terrible voluntad.
La escolta de Bonn tocó la puerta dos veces en rápida sucesión, en ese momento sonó un timbre y la puerta se abrió con un clic y una sacudida. La mujer uniformada le hizo señas a Bonn para que entrara él mismo, entreabriendo ligeramente la puerta con un empujón, dejando que él la mantuviera abierta antes de girarse y marchándose por la misma dirección de donde había venido. Sin saber si estaba a punto de entrar a una sala de interrogatorio o algo potencialmente peor, Bonn entró; la pesada puerta se cerró tras él, bloqueándose automáticamente. La habitación en la que ahora se encontraba estaba varios grados más fría que el corredor. Había un estandarte negro de la unidad de Seguridad Interna que tenía las iniciales S.I. un escudo de unidad con rifles cruzados y un símbolo que Bonn no reconocía; colgaba detrás de un enorme escritorio de madera en el que estaba sentada una figura severa que, al igual que todo el demás personal en la base, estaba ataviado en un uniforme táctico negro de combate. A diferencia de la oficial uniformada que lo escoltó en el corredor, el uniforme de este hombre era único porque no portaba ningún distintivo o signo de su rango: sin escudo de unidad, placa o adorno que designara su estatus, nada que pudiera delatar a qué sección de la Organización pertenecía.
La frialdad de la habitación contrastaba con un acre hedor a cigarrillos rancios. La mayoría de la gente fuma cigarrillos enrollados a mano, que vienen en paquetes de tipo hágalo usted mismo producidos en la Organización para aquellos que decidan enviciarse, sin embargo, unos cuantos privilegiados tienen acceso a los viejos cigarrillos con filtro producidos industrialmente, que habían sido cuidadosamente preservados mediante una variedad de procesos de humidificación a través de los años. Echando un vistazo al cenicero de vidrio marrón que estaba en el escritorio del hombre, el raso pudo ver que había estado fumando algunos con filtro, lo que lo señalaba como alguien más arriba en la cadena alimenticia que cualquiera con quien se haya encontrado personalmente en su carrera hasta la fecha. Al lado del cenicero había una botella grande de licor, con una etiqueta de la fábrica. En la gran mayoría de los casos, lo que sea que haya en las botellas no suele ser lo que dice en las etiquetas debido a la creciente escasez de todo insumo procedente de tiempos anteriores al “desagrado tardío” (una noción subestimada si es que en algún momento hubo alguno) sin embargo, considerando las anomalías observadas en la oficina de este hombre hasta ahora, Bonn asumió que la etiqueta y el licor probablemente coincidirían en esta ocasión en particular.
Directamente en frente del hombre yacía una delgada carpeta negra.
-Soldado raso Bonn, por favor tome asiento.
La voz del hombre era áspera, quizá como testimonio de su tabaquismo a largo plazo, y no tenía ningún acento discernible que Bonn pudiera reconocer. Bonn le saludó antes de tomar asiento en la plana silla plegable de metal sin moverla del lugar donde estaba posicionada, situándolo cara a cara con la persona de Seguridad Interna, cuadrada al otro lado del escritorio. El hombre era completamente calvo, ya sea de forma natural o porque estuviera afeitado, no es algo que pudiera discernirse; quizá rondara los cuarenta años y tenía una cara fuertemente arrugada por el estrés. Su mano izquierda tomó una pluma, que golpeteaba contra el escritorio rápidamente como un staccato, como si pusiera en orden sus pensamientos.
-Vayamos directo al grano, soldado Bonn. Puedes referirte a mi simplemente como oficial ¿Es suficiente? De acuerdo. Mira esta fotografía.
El oficial abrió la carpeta negra, que contenía un block de notas, varios folders y un bolsillo lateral con un sobre y una tarjeta de presentación con relieve, sin nombre pero con el mismo diseño que el escudo de atrás de su escritorio, que en su bizarro y perturbador diseño, parecía exudar muerte en cada forma, manera y tendencia imaginable. El oficial tomó la tarjeta con un rápido movimiento y la volvió a colocar al revés, notando el interés de su subordinado. Bonn estaba impresionado, el oficial lo estaba provocando, facilitando información y luego ocultándola. Este era el sello de la diplomacia del espionaje.
Bonn miró hacia abajo mientras el oficial colocaba el sobre enfrente de el.
-Ábrelo.
Bonn obedeció y debidamente abrió el sobre tal y como se le instruyó. Eran varias impresiones fotográficas en blanco y negro, brillosas y por lo tanto obviamente provenientes de una operación de vigilancia de una unidad organizacional, en ellas aparecía una chica bastante joven con coletas negras y con una penetrante mirada y un semblante lívido. La primera fotografía la mostraba sentada en una banca en algún lugar del complejo, vestida elegantemente en un uniforme negro a la medida, que implicaba íntimamente su importancia en la cadena de mando, pues tales beneficios como la ropa a medida no se dan con frecuencia y ciertamente no al azar. La mayoría de los uniformes organizacionales eran burdas variantes unitalla y dependía individualmente del personal de la Organización el hacer cualquier ajuste necesario por su cuenta.
Tomada a la distancia, la imagen de la fotografía se veía inmediatamente como una que fue tomada subrepticiamente debido al ángulo desde donde se tomó, cosa que no habría sido ideal si la imagen hubiera sido tomada de forma abierta y oficial. Ella estaba sentada con una pierna cruzada en aquella banca, con una postura casual, los contornos de su uniforme negro revelaban una muy delgada figura, casi en los huesos. Bonn escudriñó el área en que la fotografía fue tomada, notando algunos arboles chicos en el fondo y un edificio fácilmente reconocible parte del vasto complejo del Comandante, aunque irreconocible en términos de su localización exacta.
-¿Has tenido relaciones sexuales con este individuo, Raso Bonn?
Bonn miró incrédulo al oficial, cambiando bruscamente su atención de analizar la imagen a fijarla en el oficial sin nombre detrás suyo. Él nunca en su vida había visto a la chica y no hace falta decir que no estaba complacido en absoluto en como iba hasta el momento la entrevista sorpresa en el Centro de Indagación, tal como lo entendía, estaba en un peligroso precipicio desde el que muy fácilmente podría caer al infierno.
-Nunca en mi vida había visto a esta chica, oficial.
-Yo creo que te la estás cogiendo.
La cara de Bonn comenzó a enrojecerse, al tiempo que el humor del oficial comenzaba a moverse hacia un interrogatorio hostil.
-¡Admite que te la has estado cogiendo!
Bonn no dijo nada.
El oficial se paró violentamente de su asiento, caminando alrededor de su escritorio e inclinándose ligeramente hacia abajo, poniendo su cara a menos de dos pulgadas del oído de Bonn. Su mano izquierda serpenteó alrededor del respaldo de la silla plegable y la palma se situó en el brazo izquierdo del raso, pudiendo inmovilizarlo inmediatamente si Bonn hacía el más ligero movimiento.
Mientras tanto, la mano derecha del oficial se había alzado para agarrar el cuello de la camisola de Bonn. La asfixia no era fisicamente dolorosa para el soldado, pero el mensaje en el desconcierto forzado estaba ahí, resonando claramente.
-¿Necesitas que llame aquí a algunas gentes para que te hablen en la forma que puedas entender, raso? Porque obviamente no me estás entendiendo, o no creo que siquiera intentes entenderme ¿O no?
Bonn pudo sentir el húmedo aliento del oficial en su oído y cuello mientras le hacia las interrogantes en un tono aún más directo, mientras gradualmente apretaba el agarre en el cuello de la camisola de Bonn. En cualquier momento el sadismo desenfrenado se desencadenaría, el soldado Bonn podía sentirlo en sus entrañas.
El oficial soltó a Bonn y retrocedió varios pasos.
-Pon la cara contra la pared, soldado…
-Nunca había visto a esa…
-¡PON LA CARA CONTRA LA PUTA PARED HIJO DE TU PUTA MADRE!
Cualquier movimiento de resistencia solamente empeoraría considerablemente las cosas, así que Bonn caminó rápidamente hacia la pared más cercana y puso su nariz contra ella, tal y como se le mandó.
Tan pronto asumió obedientemente esta postura, el oficial caminó prontamente, y, sin advertencia, se puso a sus espaldas y le golpeó la nuca con su mano abierta con toda la fuerza que pudo reunir, haciendo que Bonn se tambaleara hacia adelante y se reventara la nariz contra la pared de concreto, produciendo un crujido resonante. La sangre comenzó a brotar a caudales de las fosas de Bonn. En un intento por detener el sangrado, Bonn ciegamente se agarró la nariz mientras comenzaba a apartarse de la superficie de la pared de concreto.
-¿TE DIJE QUE TE APARTARAS DE LA PUTA PARED MALDITO IMBECIL? ¿TE DIJE QUE HICIERAS ESO?
Mientras la estruendosa amonestacion llenaba la habitación, el oficial lanzó su brazo al frente, tomando un pequeño puñado del pelo de Bonn antes de proyectar de nuevo su rostro contra el muro, haciendo que Bonn gritara de dolor mientras la sangre chorreaba otra vez y con gran fuerza de entre sus dedos, que seguían prendidos a su cara en un vano intento de evitar que el flujo saliera de su ahora doblemente rota nariz.
Cualquiera que haya sido la prueba a la que estaba siendo sometido, ahora entendía que la estaba fallando y bastante rápido. Su visión estaba borrosa por los bizcos que hacía de dolor y el shock de la súbita y brutal herida facial, su cabeza había absorbido una porción del impacto contra el inamovible muro de concreto en aquella pequeña oficina dentro del Centro de Indagación. Bonn se pasmó cuando sintió otros dos pares de manos distintas a las del oficial, alzándolo de cada lado y moviéndolo hacia el escritorio del oficial.
-Pongan a ese pedazo de mierda en la mesa.
El oficial, recompuesto y de cierta forma recuperado de sus agresivos esfuerzos, caminó hacia la mesa y quitó el cenicero de vidrio y la botella de licor con una mano y la carpeta de cuero con fotografías con la otra mano, poniéndolas fuera de peligro en un archivero cercano de color gris plano. Mientras tanto, los dos elementos de Seguridad Interna quienes aparentemente habían entrado mientras Bonn no estaba en condiciones de observarlos, con sus caras completamente ocultas tras negras balaclavas y goggles tintados, arrastraron a Bonn sobre la mesa, desabrochando su cinturón y bajando sus pantalones y ropa interior a la altura de sus tobillos.
El oficial tomó una pausa y sacó una de las imágenes de hasta arriba del archivero, metiendola en una carcasa de plástico que había sacado de la carpeta. La cual procedió a deslizar en la mesa, directamente al nivel de los ojos del desafortunado raso, ahora firmemente sujetado a cada lado por los guardias enmascarados y uniformados de negro.
-Querido soldado, quiero pedirte de nuevo que le des un vistazo muy cuidadoso a la fotografía frente a ti. Presta mucha, mucha atención a este rostro. Te voy a preguntar varias veces mas si es necesario, pero no por mucho, ciertamente no lo haré indefinidamente, porque todos estamos bastante ocupados con el trabajo de la Organización, ¿verdad? Bien, debo decir que si tenemos que hacerlo, tenemos que hacerlo. ¿Has visto a esta persona, soldado? Sabemos que la has visto. ¡Sé que lo has hecho personalmente! ¿Quizá has tenido relaciones sexuales con esta persona, quizá incluso hasta hayan caído en la insubordinación conjunta contra la regla del estado interno, actuando en pareja, actuando contra los deseos del Comandante mismo, incluso de forma indirecta? ¡Sólo házmelo saber, soldado, háznoslo saber y será mejor que nos lo hagas saber justo puto ahora!”
El oficial enfatizó las ultimas tres palabras golpeando la mesa con su puño, haciendo que la fotografia de la chica se desmoronara ligeramente por la vibración resultante.
Bonn de repente sintió un escalofrío en su cuerpo cuando reconoció la sensación de un dedo enguantado, engrasado con algún tipo de lubricante desconocido, siendo lenta y persistentemente insertado en su recto. Bonn observó la foto, estudiando al minuto a la chica de cara delgada mientras el guardia de seguridad hundía aun más adentro su dedo en las entrañas del soldado, y mientras los nudillos enguantados de sus otros dedos prácticamente molían la carne viva del trasero desnudo del soldado. Las violadas paredes de su ano, estiradas más allá de su capacidad sin notar el frio dedo envuelto en cuero, causaron protestas indescriptiblemente dolorosas en sus terminaciones nerviosas internas. El sangrado de la nariz reventada ya había cesado, y la sangre existente comenzaba a coagularse de forma asquerosa, bloqueando sus fosas nasales y obligando al soldado raso a respirar por la boca, acentuando el clima de abuso que estaba tomando lugar. La mente de Bonn comenzó a trabajar. ¿Qué se suponía que hiciera?
-Señor, nunca en mi vida he visto a esa chica…
La voz de Bonn sonaba como si hubiera sido victima de un catarro de tres semanas, pues había dejado de respirar normalmente por sus fosas ya congestionadas de sangre, haciendo que su boca estuviera siempre entreabierta para incrementar el flujo de oxigeno a sus pulmones. La patética articulación de su respuesta a las acusaciones del oficial se multiplicaba por la incómoda y reveladora posición en la que estaba, doblado sobre la mesa como algún tipo de desafortunada esposa, preparándose para las salvajes embestidas de un esposo borracho.
-…pero, si quiere que diga que la he visto, entonces si la he visto.
-¡NO SEAS CONDESCENDIENTE CONMIGO PUTO PEDAZO DE BASURA, PINCHE MIERDA!
El ánimo y tono del oficial habían vuelto a ser totalmente hostiles y en un grado aun más creciente que antes. Bonn intentó recuperarse para dar algún argumento de ultimo segundo que lo pudiera ayudar en la situación. Durante todo el rato siguió mirando involuntariamente la foto en blanco y negro de la persona desconocida que estaba ante el, los bordes de la misma estaban ahora salpicados de su sangre. Bonn notó la carcasa de plástico y pudo sentir el giro de los engranes dentro de su mente, el oficial era obviamente minucioso y más que seguramente había hecho esta rutina antes. En este punto, la sanidad mental de Bonn comenzaba a cuartearse por los bordes. En un breve momento de alucinación inducida por el estrés, el casi podía creer que la figura en la imagen se sonreía ligeramente de su situación.
Volviéndose hacia el presente, reunió las fuerzas que le quedaban y le gritó al oficial de la mejor manera que podía en su incómoda posición.
-¿QUE QUIERE QUE DIGA?
Pudo escuchar un intercambio de palabras en voz baja entre el oficial y los guardias y el dedo que estaba atorado en sus tripas ahora se había convertido en dos dedos que se movían tan adentro como era posible, mientras el otro guardia presionaba su porra contra la región lumbar del soldado, sujetándolo con más seguridad al escritorio del oficial y haciéndolo arquearse en una postura cada vez más obscena, que sin duda era la apropiada para la situación.
-Soldado Bonn, comienzo a cansarme y asquearme de estos dimes y diretes. Estás malgastando tiempo valioso de la Organización. Estás desperdiciando el tiempo de los soldados de choque, el tiempo de tus camaradas, soldado, ¿No deberías estar en el campo de entrenamiento justo ahora con los otros hombres, en este instante? ¿En este puto instante?
Bonn gruñó, confirmando la interrogante del oficial.
-Pero en vez de estar en el área de entrenamiento, bajo la mirada del Comandante, y tu sabes que siempre está mirando, en vez de estar allá afuera entrenando para ser un asesino, estás aquí en mi oficina recibido por el culo como una pequeña puta, ¿O no? ¿O no? ¡Pinche pedazo de mierda!
Como un énfasis al sermón del oficial, el guardia insertó un tercer dedo en el recto de Bonn y comenzó a empujar adelante y atrás, haciendo que la quijada del soldado se manchara con la sangre que se derramaba profusamente sobre la mesa del oficial. Bonn pudo sentir un retumbar incomodo muy adentro en sus intestinos. Las cosas estaban yendo muy, muy mal.
-¿No quieres volver al campo de entrenamiento, soldado?
Bonn hizo un ruido gutural que de alguna manera logró comunicar su conformidad a su interrogador.
-Bien, ya estamos progresando, soldado, tienes una meta en mente y las metas son importantes en esta vida.
Hemos establecido que estas malgastando el tiempo de tu unidad, sin embargo, algo más que debe decirse es que también estás desperdiciando mi valioso tiempo prolongando este interrogatorio, y si, puedes darte cuenta por ti mismo que esto es un interrogatorio. ¡La autocritica sin autocorrección no es nada, soldado, nada en absoluto!
Cuando derrochas mi tiempo y desperdicias el tiempo de la Seguridad Interna estás directamente ofendiendo al Comandante mismo, la institución del Comandante, la misión del Comandante. ¿Te gusta joder a la Seguridad Interna o a quien sea que sea, sin respeto por nadie, por putas nadie?
El oficial tomó una cachiporra de cuero de por encima de uno de los archiveros y la azotó contra el escritorio a menos de una pulgada de la cara de Bonn.
-Así que, soldado, querido, querido soldado, si quieres al menos seguir viviendo – repito – SI NO ESTÁS INTERESADO EN MORIRTE EN ESTE PUTO INSTANTE – entonces simplemente necesitas confesar y podremos dejarte ir, fin de la historia. ¿Entiendes? Ese es el camino a tu resolución – Te estoy diciendo lo más claramente posible cual es tu opción.
-Oficial…
-¿Si?
-Yo…
-¡HABLA SOLDADO!
-¡…Confieso!
Las palabras brotaron de forma extraña debido al estrés causado por la lesión nasal, que ahora ciertamente está más allá de cualquier recuperación y por la continua presión de los dedos enguantados sondeándolo por detrás.
-¿Confiesas?
-¡Confieso!
-¿Confiesas? ¡Habla, pedazo de mierda!
-¡CONFIESO! ¡CONFIESO! ¡CONFIESO!
Bonn sintió la porra aun más presionada contra su espalda baja.
La cara del oficial, visible desde el rabillo de su ojo, se había vuelto una mueca de una rabia aun más oscura que rápidamente brotaba hacia la superficie
-Soldado Bonn, ¡Ni siquiera MERECES MIRAR ESTA IMAGEN!
El oficial arrebató la fotografía enmarcada de la mesa y fuera de la línea de visión de Bonn, colocándola bruscamente encima del archivero con un resonante golpe.
-¿Confiesas haber visto a esta chica? ¿Confiesas haber visto a esta chica? ¿Acabas de decirme que “confiesas”? Bueno, ¡He de decir que NUNCA has visto a esta chica! De hecho estoy bastante seguro que nunca en tu miserable vida has visto a esta chica. ¿Intentas hacerme parecer un idiota? Bueno, pues ahora yo creo que tu eres el idiota. Muy pronto descubrirás que tan condenadamente idiota eres por mentirme, mentirle a Seguridad Interna, mentirle a toda la condenada Organización. Hasta podrías estarle mintiendo al Comandante mismo, ¿Verdad? Lo diré de nuevo, soldado Bonn, y lo enfatizaré de forma que se entienda sin oportunidad de malinterpretación por tu parte, basado en tu respuesta ¡Eres un maldito MENTIROSO y más que probable que seas un condenado TRAIDOR TAMBIEN!
Bonn comenzó a llorar silenciosamente, añadiéndose la sal de sus lagrimas a las ya húmedas y mojadas manchas de sangre sobre el escritorio.
-¡Límpienlo, aunque ni siquiera lo merece!
Bonn sintió como le sacaban los dedos enguantados del ano en un solo movimiento abrupto. La porra dejo de presionar su zona lumbar y con un empujón sintió como lo tiraron de la mesa, involuntariamente precipitándose al piso
-¡DESNUDENME A ESTE TRAIDOR!
Los guardias, aterradores y sin rostro, lo enderezaron, rasgando su camisola de combate y quitando todas las demás prendas de ropa de su cuerpo en menos de dos minutos. Uno de los guardias tomó una gran navaja de utilidades de su cinturón y rebanó todas las agujetas de las botas de combate del soldado antes de quitárselas y tirarlas a un lado, por lo que se las quitó considerablemente más rápido que lo que hubiera tardado de una manera más convencional.
-DS a control, DS a control, adelante control.
El oficial ahora estaba sentado tras su escritorio, hablando por un aparato de radio de onda civil.
La distorsión electrónica fluyó por la unidad de habla de esa pequeña pieza de equipamiento y una voz anónima habló al otro lado de la línea.
-Control.
-Mándenme a otros dos guardias y que traigan algunos objetos para restricción, vamos a enviar este a I+D, así que estén listos para recibirlo en diez minutos.
-Confirmado DS, los guardias van en camino.
Antes de que el oficial siquiera bajara su micrófono, Bonn pudo oír el inconfundible sonido de botas de combate yendo por el corredor, junto con un metálico tintineo de cadenas.
La puerta zumbó, abriendo la cerradura, y dos enormes guardias irrumpieron, vestidos exactamente igual a sus contrapartes.
Llegaron gritando y adoptando completamente en una postura de asedio, alzando sus armas, con cadenas de metal y restricciones de cuero sujetadas a clips en sus cinturones.
-¡CON LA CARA AL PISO! AL PISO.
El primer grupo de guardias ya había terminado de desnudar al soldado. Bonn, que ahora solo vestía las manchas de sangre en su arruinado rostro, fue empujado hacia abajo y obligado a extenderse sobre el suelo, boca abajo, mientras los otros dos guardias entraban, bajando sus armas y poniéndole candados en los tobillos. Siguieron las esposas, llevando sus manos hacia atrás de su espalda. Ambos juegos de esposas fueron entonces sujetados el uno al otro, dejándolo amarrado como puerco.
-Adiós, soldado Bonn, esto pudo haber sido considerablemente más facil si simplemente hubieras seguido las reglas.
Bonn sintió dolorosamente siendo agarrado de cada miembro por los cuatro guardias y levantado del suelo. La frialdad de la habitación se triplicaba en su estado de desnudez forzada.
El oficial se levantó de su escritorio y caminó en frente de los guardias. La cara de Bonn miraba hacia abajo, al piso, y mientras el oficial se iba acercando, vió las botas de cuero del oficial entrar en su campo de visión.
El oficial tomó a Bonn del pelo, levantando su cabeza para poder ver su cara a pesar de la incomoda postura. Los ojos de Bonn, nublados de lagrimas y sangre, vieron a través del doloroso estupor la cruel cara del oficial, con un ceño furioso en su rostro y el sudor goteando de su frente.
-La próxima vez no seré tan complaciente, puedo asegurártelo, espero que recuerdes eso cuando llegues a donde te llevan.
El timbre de la puerta sonó y el oficial salió, sosteniendo la puerta para los cuatro guardias quienes procedieron a salir de la oficina con su prisionero.
-Guardia.
El guardia que sostenía el brazo izquierdo del soldado raso giró su rostro enmascarado hacia el oficial.
-Si no te importa, diles allá abajo en el control que me manden a alguien aquí a limpiar el desastre, me gusta tener un escritorio ordenado.
El oficial se viró, mirando con desaprobación a los rojizos charcos en la superficie de madera de su escritorio.
-Si señor.
El oficial regresó a su oficina, cerrando la puerta tras de si y dejando a los guardias seguir con su trabajo.
En una marcha vertiginosa los guardias procedieron hacia el área segura. Unas cuantas secretarias administrativas que perdían el tiempo en el corredor de afuera de una de las oficinas investigativas lanzaron burlones piropos mientras los guardias pasaban con su lloroso cautivo amarrado y con el culo desnudo.
Una morena que sostenía un portapapeles volteó a ver a la otra secretaria que había silbado, y se bajó los lentes, arqueando maliciosamente sus cejas.
-¡Ese pobre trozo de carne va a tener el momento de su vida, hermana!
Ambas mujeres comenzaron a reír. La risa no era agradable.
Los guardias, arrastrando a Bonn, marcharon mas allá de la línea pintada en el suelo que designaba el inicio del área segura especial, que llevaba a las otras alas del edificio de Seguridad Interna y, procediendo por otro corredor a la derecha, desaparecieron hacia el interior de las instalaciones...
Que está pqsando
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