martes, 6 de junio de 2023

Algún día comeremos soya e insectos (Opiniones de microeconomía y control humano). Por Giges

El sistema en condiciones normales, es decir, alejado de los tiempos de guerra o situaciones de crisis como epidemias, golpes de estado y desastres naturales, puede funcionar de manera similar a una fantasía orwelliana. En estos casos, el sistema tiende a guiar a las personas en apariencia mediante la libertad. 

La libertad, un concepto tan hermoso y, al mismo tiempo, tan repugnante. La libertad en su sentido metafísico es indescriptible. En su sentido práctico, tan debatido y simplificado como ellos desean, para el sistema la libertad es esencialmente dos cosas: libertad política (una "democracia" representativa) y libertad económica (la capacidad de elegir en el comercio), ambas caras del liberalismo, nacidas en aquella nación de piratas adictos al té.

De esta forma, el sistema nos controla. Toman la libertad, un concepto intrínseco al ser humano, lo despojan de su esencia y lo inyectan únicamente en los ámbitos políticos y económicos. Ahí reside la trampa y la razón por la cual pueden controlarnos utilizando la libertad. 

No sorprende a nadie aquí que la elección de un candidato para cualquier cargo gubernamental esté amañada, o que en realidad no importe quién ocupe el cargo, ya que la maquinaria del gobierno no cambiará. De hecho, es mucho más probable que si llevas a una persona honesta al mundo de la política, dicha persona termine corrompiéndose en lugar de cambiar el paradigma político. Por lo tanto, podemos ver que, sin importar la elección realizada en el ámbito de la "libertad política", dicha elección queda anulada ya que no implica un cambio real. 

En el caso de la economía, el sistema funciona de manera mucho más sutil. De hecho, es posible que tú mismo no te hayas percatado de cómo te controlan a través de tu libertad. 

El dinero, aquel que parece ser el dios de estos tiempos y el dios de ellos, te controla a través de los precios. Nos hacen creer que tenemos libertad al hacernos elegir entre decisiones triviales en nuestra vida cotidiana, como elegir entre Coca-Cola o Pepsi, carne de res o carne de pollo. 

El sistema, de hecho, puede hacerte creer que esto es así. Un defensor del sistema podría decir que funciona porque la persona más rica del mundo y una persona muy pobre han probado una Coca-Cola. Si bien esto puede ser cierto, sigue siendo una tontería y una falacia porque no observan lo realmente importante: las decisiones vitales. Puede que hayan bebido lo mismo, pero no tendrán el mismo acceso a la salud ni a una vivienda digna. 

Las opciones que nos brindan son superficiales o funcionan dentro de un sistema de abundancia que es incompatible con la realidad económica. La economía, por definición, se encarga de administrar la escasez. Y el día en que los alimentos escasean, puedes estar seguro de que el hombre más rico será el único que pueda disfrutar de una Coca-Cola (si es que aún existe). El día en que la alimentación se convierta en una cuestión de vida o muerte, podemos estar seguros de que comeremos insectos y soya, mientras ellos disfrutan de carne de calidad. Es en esos momentos críticos cuando se revela la verdadera naturaleza del sistema y cómo manipula nuestras percepciones de libertad. 


Pero no todo está perdido. Aunque el sistema intente controlarnos y limitar nuestras opciones, aún podemos buscar la verdadera libertad. Debemos buscarla en los espacios que el sistema no puede alcanzar, en la autenticidad de nuestras relaciones humanas, en la búsqueda del conocimiento y en la resistencia frente a las imposiciones. 

La verdadera libertad radica en no permitir que el sistema defina nuestras vidas y en tomar decisiones conscientes que nos acerquen a nuestros valores más profundos. Debemos cuestionar y desafiar las estructuras que nos aprisionan y buscar alternativas que promuevan la igualdad, la solidaridad y la dignidad humana. 

Aunque el camino hacia la verdadera libertad puede ser difícil y lleno de obstáculos, no debemos rendirnos. Nuestro deseo de emancipación y nuestro anhelo de un mundo más justo y equitativo deben impulsarnos a seguir luchando contra las cadenas invisibles que nos atan. 

En resumen, el sistema puede intentar apropiarse de la libertad y limitarla a los ámbitos políticos y económicos, pero depende de nosotros encontrar la verdadera libertad en nuestras elecciones diarias y en la resistencia frente a las imposiciones. No dejemos que la fantasía orwelliana del sistema nos controle, luchemos por una libertad auténtica y transformadora.

Giges

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