Desde una abrumadora ola de calor seco que golpeaba mi frente mientras el polvo se dispersaba por mis botas al bajar de aquella camioneta, fue que tragando saliva intenté quitar el nudo de mi garganta y pasarlo por completo para poder dar un primer paso hacia el lugar.
A cada paso que doy, puedo percibir mas el olor de aquellos Marlboro rojos que los ancianos sostienen en sus labios partidos, como si estuvieran a unos centímetros de mi cara el humo lo soplaran. Y con ese olor fuerte incrementándose, el sol hacia dúo para que mi frente empiece a sudar, no tengo ningún motivo para sentirme de tal manera. Pero como si el lapso de tiempo hubiera tenido un adelanto repentino, ya me encuentro frente al par de escalones antes de la entrada.
- Señor, sabe si esta abierto -pregunté a unos de los ancianos que reposaban sobre aquellos escalones.
- Ei . . . - respondió sin ninguna pretensión.
Abrí la puerta y la escena es muy similar a la de un viejo Western, hombres de la llanura regados por todo el lugar, en un popurrí de voces muy tenues, platicas intimas entre ellos. Bebiendo en caballitos de tequila, jarros de pulque o tarros de cerveza. Un humo de cigarro que pareciere ya haber ahumado la vieja madera que hay en el lugar.
En la barra no pareciera haber nadie, todo mundo esta ensimismado fuera de esa zona. Tomo asiento y procedo a llamar al cantinero que estaba quedándose dormido recargado en una mesa con una pequeña radio cuyo ruido era mitad de palabras entendibles y mitad un ruido blanco.
- Buenos tardes – digo en tono de voz medio sin llegar a gritarle y este despierta de manera abrupta
- Buenas tardes joven – respondió con un tono de voz somnoliento – ¿Que le voy a dar?
En un pensamiento rápido recordé que no tenia tanto presupuesto realmente, pero las personas de cualquier lugar saben cuando uno no es de donde ellos, entonces si quería conseguir algo de información del lugar tendría que consumir. - Deme un tequila solo – respondí mientras acercaban uno de los ceniceros de la barra, era un cenicero de un hotel, de cuando los hoteles regalaban ceniceros, “Hotel Coral”, curioso nombre para un hotel que no esta en una zona costera, hasta donde mis sentidos parecen percibir.
- Aquí tiene joven – expresó mientras puso frente a mi el caballo de tequila y un plato pequeño con limones ya algo secos y un puñado de sal. - ¿Quiere un encendedor?
- Claro le agradezco.
- ¿Antier tuvo un accidente grave verdad, a donde fue a parar? - Dijo el cantinero posando sus ojos grises y desgastados de manera jocosa sobre mi.
- ¿Como es que usted sabe que tuve un accidente? - habiéndome pasado el trago de tequila, le pregunto en un tono de voz intrigado y rasposo.
- Joven, la mayoría de trabajadores de por aquí vienen aquí tarde o temprano en la noche o el día, y los del deshuesadero vienen aquí y cualquier accidente me lo cuentan, o en su mayoría, casi todos vienen aquí ha hablar de las situaciones raras que les pasan. Aquí si algo hace un estruendo resuena hasta el monte, joven. Me contaron un poco de usted, o mas bien de su vehículo, y lo reconocí por que salió de aquí esa misma noche ya bastante tomado.
- ¿Sabe desde que hora llegue aquí? - le pregunto completamente atento a la nueva información que el cantinero me cuenta con tanta naturalidad.
- Llego por ahí de las ocho y media de la noche, aunque ya venia alterado, aquí solo vino a tomarse unos cuantos de tequila, estuvo hablando con un hombre y una mujer con la piel muy pálida, no soy yo para saber pero me parece que es una de las mujeres que trabajan sobre la avenida de noche. Su platica era tranquila al principio después todo empezó a agarrar un tono mas furioso, hasta la chica empezaba a ponerse asustada y cuando el otro hombre, que me parece tampoco es de por aquí a juzgar por como vestía con su traje desarreglado.
- ¿El otro compadre se fue conmigo? - digo ya plenamente con un tono de preocupación al empezar a hacer sinapsis de quien pudo haber sido aquella persona.
- No, el fue al baño y usted escapo con la chica, ella se lo pidió muy preocupada tomándolo del brazo. De ahí en mas, yo ya no se nada, pero en su carro parecieron haber encontrado cosas poco habituales, le digo como llegar al deshuesadero si gusta, posiblemente siga su auto, muy lindo auto para como quedo, pareciera que usted lo cuidaba mucho.
- ¿Recuerda de que hablamos cuando la platica se empezó a agitar?
- Usted le reclamaba al hombre, creo que el quería pactar con usted algo y usted se opuso, lo que parece a el no le gusto. Dijo algo como “¿viajamos tan lejos para omitir lo mejor?”. Da ahí paso lo que le dije.
- Por favor dígame como llegar a donde llevaron mi auto. - Coloco sobre la mesa el dinero del tequila y procede a explicarme como llegar, parece estar en la otra punta del municipio.
- Con que esté cerca lo verá por la enorme pila de autos deshuesados que hay.
Después de aquel momento, me despedí y empecé atravesar aquel umbral de humo y voces calladas de los señores de la cantina. Al salir el sol cegó mis ojos temporalmente y el tacto del calor seco fue inmediato en piel.
Cuando miro hacia arriba de manera instintiva queriendo ver el sol para reclamarle por este calor abrumador puedo ver en aquel cielo despejado del pueblo, bien sobre la avenida principal, tres zopilotes girando en una circunferencia casi perfecta y me doy cuenta que al lado del asfalto hay un perro que ha empezado a atraer moscas, pero aun respira. De aquellos dos lados de la muerte, creo que tanto esas aves carroñeras como el can moribundo, esperan la muerte con ansias del que esta tendido sobre el caliente suelo.
~ ¿Conseguiste que te dijeran algo? ~ Dijo ella mientras tenia la mano sobre su frente para que los rayos del sol no molestaran sus ojos.
- Si, el cantinero parece haberme conocido de antes y al menos ver el preámbulo de lo que ocurrió. Vamos a ir a un deshuesadero al otro lado del pueblo – Dije esto mientras sacaba de mi pantalón mi cajetilla y encendía un cigarrillo intentando concentrarme en como iba a solucionar esto.
~ No solo debo aguantar el calor si no también el olor de un cigarrillo ~ Expreso con una cara molesta mirando como llevaba el encendedor a la punta del cigarrillo.
- Tuviste la opción de esperarme en la sombra o pasar conmigo, ¿Sabes?
~ Por supuesto que no, no ese lugar, además pasar a lado de aquellos señores de la entrada me asustaba.
- Entonces no te quejes, con el sol, el camino será tedioso. - Y ahí empecé a caminar intentando buscar siempre la sombra. Pasando al lado de aquel perro moribundo me sorprendió no haber percibido su olor mortuorio, por a pesar de no estar muerto, si esta, está cerca se puede llegar a oler el mismísimo olor del abismo.
(Charly) G.S.
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