—¿Conoce usted a Pedro Páramo? - le pregunté.
—¿Quién es? —volví a preguntar.
—Un rencor vivo —me contestó él.
(Rulfo 2005, 8)
Juan Preciado abre el relato diciéndonos “Vine a Cómala buscando a mi padre, un tal Pedro Páramo” en su peregrinaje se encuentra a figuras que lo reconocen, pero que él desconoce, figuras que toman la forma de los habitantes del pueblo: abnegados, penitentes como el pueblo mismo. Hay una constante entre todos los que convergen en Cómala: todos buscan expiar sus culpas.
Estos Personajes sencillos, sencillos en el aspecto de que pueden ser parte de nuestro día a día, tienen un alcance aún más vivo que solo mera tinta esparcida en un libro. Quiero explayarme en como estos tres caracteres Rulfianos con los que se abre la novela, son tan rebosantes en posibilidades, tanto así que me daré la libertad de equipararlos a los arquetipos de Jung. Y que tanto usted lector, como yo, no pecaríamos de “sobre analizar” al decir o al despertar en nosotros la inquietud de una introspección al equipararnos con un “Juan Preciado” yendo a un “Comala” buscando a nuestro “Pedro Páramo”.
Trataré de ser breve y sencillo, sin caer en el sacrificio de la asertividad al analizar a estos tres personajes: Comala, Juan Preciado y Pedro Páramo.
Comala es en sí misma un personaje, no solo el escenario de la acción. Es un lugar donde las fronteras de lo real y lo onírico se desdibujan, donde todos los tiempos coexisten en uno solo, creando un tiempo quebrado, asfixiado, que no avanza ni retrocede, sino que simplemente es, ahí justo ahí se forma Cómala. Un pueblo sofocado por el calor y la culpa, todo lo que pasa en las afueras siempre llega al pueblo como murmullos.
El Comala arquetípico es ese punto al que uno regresa para lamerse las heridas, un algo al que uno se aferra como forma de adormecer nuestra adolorida alma. Es un punto en el que se suspende el tiempo, donde la nostalgia nubla la memoria y el juicio, haciéndote sentir que ese algo te pertenece o que aún perteneces a ese algo.
Juan Preciado promete a su madre moribunda el visitar Cómala. La pérdida de una brújula, como lo fue Dolores Preciado en su vida, hacen que se sienta perdido en el ahora. Encontrar a Pedro Páramo era encontrar un punto de control, lastimosamente se pierde en sí mismo, en el recuerdo “Me mataron los murmullos. Aunque ya traía retrasado el miedo. Se me había venido juntando hasta que ya no pude soportarlo”.
Juan Preciado representa esa inquietud que todos en algún momento hemos sentido, de querer encontrarnos a nosotros mismo en lo demás o peor aún en el pasado. Ese, inadvertidamente, es el motor con el que él persigue la promesa de encontrar a su padre, vemos en él, como es que vamos perdiendo la vida buscando en el recuerdo algo que quizás nunca tuvimos.
Pedro Páramo es un rico hacendado que hace lo que quiera, pues, tiene el dinero para permitírselo, se casó con Dolores Preciado, aun estando enamorado de Susana San Juan. Es el hombre ambicioso que tratando de adormecer su alma con sus bienes materiales.
Pedro cumple una doble función, pues, es un algo y es un alguien: es ese “algo” que tratamos de encontrar y que nos brindará un sitio de confort, es esa promesa de realización. Visto como un alguien se convierte en esa persona que se queda en encerrado en lo que llego a ser, se quedó suspendido junto con el lugar mismo.es el eterno hombre incompleto que trata de callar su soledad, pues, es incapaz de lidiar con ella. Pedro Páramo es una novela de fantasmas, pero no de espantos surgidos de algún asesinato o algún conjuro, sí que no son fantasmas más reales, más vividos y más tortuosos: los surgidos de la memoria. Justo como se dejó ver casi como sentencia en el encabezado de estas líneas, cabría preguntarnos si nosotros mismos no somos habitantes (o penitentes) de nuestro Comala, ¿encontraremos aquello que nos mantiene vagando en esta tierra donde nada pasara, pues ya todo paso?
Al final, si no podemos hacer las paces con nuestros fantasmas, no habrá más que hacer, que aquello que dice Juan Rulfo (en voz de Ángeles) “¡Récele un Ave María a la Virgen y que se haga la voluntad de Dios.
eeriernst
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