lunes, 3 de abril de 2023

Intentio fixa, voluntas ac fixa. Por Denaosmi

Intentio fixa, voluntas ac fixa 

“El hombre que tiene un porqué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo” 

-Friedrich Nietzsche 

Acto I 

Había una vez una joven llamada Nadia criada en un pueblo ubicado a las faldas de una sierra, Nadia creció siendo, por así decirlo, criada por su tía junto a su hermano menor y su abuela, a pesar de la diferencia de edad con su hermano ella nunca conoció a sus padres toda su vida fueron creados por su abuela la única vez que vio su madre, la última y la primera vez fue cuando esta dejó a su hermano en brazos de su abuela, esta siempre dio la mejor de ella para atender a sus nietos, pero el tiempo pasó y apenas unos años después de que su hermana dejara los pañales con su abuela falleció dejándolos a cargo de su tía, ella honestamente no tenía intención de hacerse cargo de ellos como lo había hecho su abuela, era una mujer era una mujer joven un poco más de lo que sería su madre, era una mujer sumamente extrovertida que amaba la atención que recibía de los hombres y esa misma atención tomaba prioridad sobre sus sobrinos, fue en esa época en la que Nadia tuvo que buscar la manera de sacar adelante a su hermano, comida ropa entre otras necesidades que ocupaba para con su hermano que iban aumentando cada año y que con el paso del tiempo se volvería más complicado ganar suficiente y su tía cada vez los ayudaba menos, en uno de los trabajos que tenía la joven Nadia su jefe una persona a la que a nadie se le hacía el desagradable interactuar con había notado eso, su jefe no dudó en aprovechar la situación, este no era originario del pueblo era una persona en la ciudad, se dedicaba a llevar artesanías hechas en el pueblo a la ciudad, además de ser dueño de un par de tiendas de abarrotes en el pueblo, el hombre estaba acostumbrado a oler y explotar a la debilidad y la vulnerabilidad de la gente, este había anotado ese particular olor en Nadia, le hizo una oferta que por su situación no podía rechazar, con una voz ronca empezó a insinuarse a Nadia pero al ver que está lo rechazaba fue más directo, hizo que se sentarán cara a cara y le dijo “te dejas coger o dejas tu trabajo” Nadia tenía miedo de la influencia que este hombre ejercía en el pueblo, se congeló y se quedó sin palabras un escalofrío la recorrió de la cabeza a la punta de los pies mientras sentía su estómago retorcerse, mientras su jefe paseaba sus manos por sus piernas hasta sus muslos rozando su coño con la punta de sus dedos, al sentir esto sentía como su estómago se subía desde su abdomen hasta el pecho, lo último que la joven pudo recordar fue a su jefe levantándose apurado mientras se sacaba los pantalones, solo quedaban un par de moretones y un dolor en la entrepierna al terminar. Nadia no quería llorar, sintió que si empezaba a llorar nunca iba a parar y sus lágrimas terminarían ahogando a su hermano, no tenía tiempo para deprimirse, en cierto sentido el tener que hacerse cargo de su hermano la había salvado por el momento y tenía el consuelo de que por lo menos por un par de meses no tendría que volver a ver a su jefe, lo que le daba tiempo para pensar en que iba a hacer, ya no podía pedirle consejo a su abuela y la única persona de la que podía tomar su ejemplo era su tía, es así que tomó los meses que pasaron para poder suspirar y aliviar la sensación de asco que no pudo hacer más que suprimir por un breve momento dándose cuenta que no tenía otra opción más que abrir las piernas e intentar sacar provecho de aquel hombre, mientras cargaba con una sensación de asco que llevaría siempre en un rincón dentro de ella por aquel hombre. 

Acto II 

Un par de años después logró que su jefe le tomara cierto cariño al punto que en ocasiones la llevaba con él cuando iba y venía del pueblo, no tenía que preocuparse por su hermano ya que este tenía una edad razonable para que se encargara de sí mismo con la escasa ayuda que le daba su tía, tenía fe y confianza pensando que podía conocer lugares nuevos incluso si era a un lado de aquel monstruo y su hermano podía vivir bien en su ausencia teniendo un trabajo ayudando en un taller cerca de la iglesia de la ciudad, incluso pensaba en dejar a ese animal llegando a una de esas ciudades en las que iban en ocasiones y dejarlo a él y todo atrás, echándose atrás cada vez que pensaba en la feliz vida que tenía con su hermano en aquel pueblo. 

Acto III 

Andrew unos meses antes de abandonar el uniforme había sido desplegado con su pelotón a un pequeño poblado cerca de las faldas de una sierra, no muy lejos de esta había una base, no era nada nuevo, casi cada mes estos se movían a donde se necesitará la mano de obra o las balas, se había enterado de que lo habían mandado a la base cerca del pueblo porque se sabía de un grupo de “comunistas” iba a atacar el pueblo, se sabía incluso el día en que estos pensaban tomar el pueblo, fue para su sorpresa que a pesar de saber el día en que tomarían lugar estos hechos que se les ordenará ir al mismo pueblo solo el día siguiente, a su pelotón no se le había dado equipo para afrontar a aquel grupo, en cambio se les había dado un par de camiones, carretillas y equipo de sanidad, fue entonces que pusieron marcha a aquel poblado después del día que se supone estos “comunistas” habían estado en el pueblo. Habían llegado a orillas del pueblo, se veía tranquilo, casi no había gente en la calle, conforme iban avanzando había cada vez menos gente y se sentía un ambiente más y más asfixiante hasta dar una vuelta de 360 desde que habían entrado al pueblo, se empezaban a escuchar llantos y en el aire se sentía un olor a centavos viejos que hacía que te raspara la nariz, no era un olor nuevo para el sin embargo sería la primera para muchas cosas que le sucederían ahí, pasaron un par de civiles armados, se veían casquillos, marcas de balas y charcos de sangre, al llegar al centro del pueblo se veía una iglesia con paredes blancas en las que habían ejecutado personas y sobre la pequeña plaza frente a esta se formaba un multitud de cadáveres, al llegar aquí los soldados no pudieron hacer otra cosa más que contener sus ganas de vomitar y rezar para sí mismos, ese mismo día cargaron 45 cuerpos dentro de los camiones apresurándose en su trabajo ya que no podían soportar más tiempo en ese lugar, llegaron prontos a la base. Andrew como la mayoría de su pelotón no pudieron retener más las ganas de vomitar y tan pronto bajaron de los camiones que compartían con algunos cadáveres comenzaron a vomitar y rezar. Es un par de días después de esto que le había llegado la noticia de que su familia había abandonado este mundo a manos de su madre. 


Acto IV 

Desde que el día que partió el barco no había recibido la gracia del sol en todo su esplendor, en el par de semanas las nubes alrededor del barco se multiplicaban como gusanos en un cadáver, desde que subió al barco no tenía otra idea más que saltar del barco sin embargo la parte de ahogarse en agua le parecía demasiado, pasó una semana y los gusanos desbordaron el cielo y empezaron a caer invadiendo el barco mientras las olas azotaban el mismo, el capitán a través del altavoz ordenó al personal no capacitado que se resguardara en su camarote y se prepararan, hace un momento a través de la ventana por la que se veía una mañana sobria se veía un clima oscurecido, con una luz como si de la luna se tratase, entre gusanos y olas azotando el barco, Andrew solo podía pensar en su cadáver empapado en sangre, para él, ella era todo lo que había perdido, anudó unas camisas, las colgó del techo y apiló maletas y almohadas debajo de él, pasó su cabeza por el nudo, tomo unos momentos pero pateó las maletas debajo de él dejando su cuello colgando de aquel nudo y sus pies colgando, en ese momento recordó una escena, estaba descansando su cabeza en las piernas de Nadia mientras está acaricia suavemente, se encoje para abrazarlo y se acerca a su oído, susurrándole maldiciones exigiendo que le regresará a su hermano, en ese momento el barco azotado por las olas se sacude violentamente rompiendo el nudo disparando a Andrew al suelo inconsciente. Este sueña pero solo está el, y no hay nada mas, un vacío sin forma. El capitán grito órdenes por el altavoz, la conmoción despertó a Andrew que estaba empapado en sudor, salió de su camarote a un pasillo oscuro, arrastrándose por las paredes se dirigió a la salida y fue cegado por el cambio de luz unos momentos, cuando dejó de tallarse los ojos pudo ver como el mar estaba en llamas, y sobre las llama una oscuridad, esta engullía poco a poco esas llamas dejando el barco a la deriva.

Denaosmi

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