Sin duda a lo largo de esta nueva época donde a través del arte tempestad se ha relatado en ya quizá cientos de obras, entre palabras y trazos que el cielo, nuestro cielo, nuestra victoria; es una meta más allá de aquello que nos encarcela. El cielo es si una ilusión, profecías a las que niños adinerados y "bendecidos" solo podrán entrar, que nos queda encadenados al plano de torturas, barbaries y crudezas a los que se nos convocó como hombres en cuerpos mortales, sería aspirar más allá de lo que comprendemos y dejar un cagadero, literal y metafóricamente quizás. Que es hablar de dios si no de una niña caprichosa, tal como un diputado con sobrepeso, divertirse en su imperfección, en su calma y aburrimiento al tenerlo todo y no teniendo nada, en no poder divertirse más que con el sufrimiento de la realidad, degenerando a ajenos a su mano creadora, y a su vez mintiéndose en su capricho de llamarse "dios", sin poder apreciar la imperfección, así como cocinar sin sazón. Dar reclamos inalcanzables tal y como Marianita diciéndote "que ya no chupes cada fin".
Algunos buscan los caminos a través de intentar no ser quienes somos realmente, imperfectamente hermosos, e intentar mantener estás jaulas limpias, pulcras y sin mugres, para que el carcelero los invite a ser aquel preso que solo sirve como la vieja chismosa que le avisa a los puercos cuando pasamos M&M's al patio de está realidad en un cilindro metido en el fundillo.
Si algo se ha meditado es que el cielo que está solo un paso debajo de la barrera del domo es solo un lugar burocrático dónde se pretende ser dios, o el secretario de este, un simple subordinado temeroso de las virtudes, de intentar meterse a un bosque de sombras solo con una navaja para salir ensangrentado de sus presas, habiendo devorado como banquete ofrendado a Zeus, para salir y cogerse a ninfas por mera voluntad. ¿Por qué no buscar esos millones de caminos al Cielo? Ese millón de cortezas de árboles donde dejar las marcas del caos, más allá, invoquemos las bellezas de la barbarie, en estos bellos poemas, escritos y anécdotas contadas por abandonados de la mano de la reglas de la realidad, y entrar al plano impresente, dónde no estamos y sin embargo, dejado las rasgaduras más grandes de lo físico, sin colores, sin tactos, por qué en un mundo donde el demiurgo no es nuestro padre, convertirnos en nuestros progenitor, nuestros dioses y demonios. El control de nuestro espíritu, y controlar y alterar la realidad como un niño rayando las paredes del kínder con crayolas, siendo las crayolas aquellas desencarnadas noches donde la tempestad nos llama y Morfeo nos quita el sueño para escribir los mil y un cuentos y versos que rayaras en estas paredes. Somos imperfectos y a su vez hijos de los dioses que ya no hablan y quedaron más allá de la mortalidad, los cuerpos del sol, el rayo, el trueno y la muerte. Para que cuando sea el momento, en la colectividad de este movimiento o las idiosincrasias de nuestras mentes entradas al mundo sin causas, cada vez que abracemos nuestra voluntad, veamos ascender en el cielo tormentoso, aquel sol negro que nos da la entrada para dejar llenar nuestras manos de las pinturas para trazar aquellos camino al cielo de las bestias, no es lo mismo hablar de dioses que de un dios, y para que ser uno con Dios si podemos ser uno para todos y la conjunción de los relatos heroicos, artistas y por supuesto, bestiales hombres del caos, la muerte.
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