Noche horrenda sin estrellas,que pesadillas en su velo esconde¿Por qué me arrancas de mi lechoy me obligas a vagar en el monte?A lo lejos, en el horizontelas muertas luces, tan bellasson ahora el cuando y el donde.Camino desesperado y aturdidoy aunque ando y ando y andoparece que se alejan dentro del bosque,no sé qué busco en tus encantosdesconozco a dónde debo ir,¡Haz que llegue a algún ladoo déjame dormir!Por fin llego a una vieja abadíadesconocida para el ojo del hombre,en la que una puerta de viejo roblea mi arribo, se abre de par en par.Doce siluetas me observan al llegar,todos inmutables e inexpresivoshacen una rueda en torno a un altarperipuesto con ofrendas y cirios.Y en la mesa de sacrificiorodeada de sacrílegos signos,gritando por auxilio,yace atada una joven moza.No puedo pensar en otra cosamas que terror y desesperanza,pues el sumo sacerdote avanzahacia mi humanidad.Y contra mi voluntad, para su agradopone violentamente en mi manoun viejo instrumento agrario.Ya no soy dueño de mis actos,me acerco al altar con premuray casi con solturacomienzo a trabajar.Bellos sus ojos, perfecta su vozoigo los cantos de la secta al fondomientras extraños rostros mirancomo incansablemente hundoen ella mi carne y mi hoz.Es una completa masacre atrozcuando los terribles perfiles se levantany hacia el cielo las miradas se alzanpara mirar al creador y su fazY su estruendosa risa truenaregocijándose de la sanguinolenta presaal mirar que de cuajo se separa la cabezay es arrojada directo hacia la llama plenaEl fuego devuelve el silencio arrancadoal cesar las oraciones y los cantosque llenaban el aire estancadode la noche horrenda sin estrellas,y el sueño posa en mi su manto.Sólo el sol y su brillo santome devuelve grácil al cómodo lechodesvanece el miasma impuro,mientras me pregunto, inseguro¿Qué es lo que he hecho?
Cecyl
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