jueves, 19 de enero de 2023

¿Por qué leer a Houellebecq? El radical inhumanismo y la posibilidad de una isla. Por Hagen Negro

Hablando de la muerte, salvamos algo de nosotros mismos, y, sin embargo, algo se extingue en el ser.

E. Cioran

Charles Maurras, escritor, periodista y filósofo francés del siglo XX, célebre por fundar Acción Francesa y ser uno de los ideólogos nacionalistas e integralistas más influyentes del Siglo XX, argumento en su obra “Mis ideas políticas” (1937) que la desigualdad y tradición eran benéficas para la sociedad, porque bajo la lógica familiar, el hijo recibe gratuitamente todo lo necesario para sobrevivir, por su condición de inferior, incluso, llega a ser mantenido toda una vida y bebe de la herencia tradicional de su entorno.

Maurras veía en dicha estructura tradicional un socialismo basado en el amor comunitario, contrario al frío bolchevismo y al egoísta capitalismo liberal. Es obvio, que hoy en día toda idea familiar no solo no es posible, como no es posible ver el fin del capitalismo, y por ende, es imposible el amor.

Ya en el siglo XXI, uno de sus compatriotas, negaría toda humanidad, en sus escritos, ya sea por extraer la belleza en la miseria, ya sea como protesta; Michel Houellebecq, es un escritor francés polémico, que bajo el contexto como literato, sus temas tienen un mismo punto: la destrucción del mundo moderno, que por moderno, liberal, que por liberal (y esto es parte de la perspectiva del texto) humano…

En el poema “Última muralla contra el liberalismo” niega toda utilidad de a ideología, hoy imperante. Acude a muchas tradiciones conservadoras y lo tacha de antiético, pero su crítica va más hacia el lado de ser un producto meramente humano. Es curiosa su apelación al Viejo Régimen y el mundo medieval-campesino. Pero, Houellebecq no es para nada un conservador, enemigo de la progresía, es tachado de machista, xenófobo, racista, islamófobo, incluso fascista, pero no es para nada eso. Insistimos, está más cerca del anarquismo de Céline que del propio Maurras. Pero, en alguna entrevista, afirmo ser un escritor católico, pues su tema es “un mundo sin dios”. En suma. Su tema es la conocida fórmula del liberalismo=modernidad=nihilismo que Nietzsche resumió en la muerte de dios.

Pero, Houellebecq no se dedica hacer filosofía, al menos no de forma técnica, sino de una forma más orgánica, contando historias y relatos. Y aun haciendo caso a sus ensayos sobre Lovecraft… el punto fino de la literatura no es el realismo, sino la ficción y fantasía… no es imposible ver las connotaciones sociológicas más importantes del siglo XXI. El libro que comentaré brevemente es el que contiene ideas poshumanistas y de corte aceleracionista.

Michel Houellebecq en la “Posibilidad de una isla” narra la vida de Daniel, un comediante que sufre un desencanto de su vida en plena modernidad, reflexiona sobre la radicalidad del orden liberal, y ve por ejemplo como le desesperan las risas de su propia audiencia. Sufre una crisis por envejecimiento, no le sirve de nada su carrera y éxito económico, pero sobre todo, sufre por la falta de amor.

Daniel se abandona a su primera mujer e hijo, previendo el tono antihumanista de la obra, por ejemplo de esto, más adelante reflexiona la socialización con: “La humanidad, como todas las especies sociales, se había constituido sobre la prohibición del asesinato dentro del grupo, y más en general sobre la limitación del nivel de violencia aceptable en la resolución de los conflictos interindividuales, ese era el verdadero contenido de civilización… El asesinato de un perro me habría impresionado tanto como el de un hombre y tal vez hasta más”

Y de hecho, el perro del protagonista, es el único personaje del que Daniel parece sentir una correspondencia de amor. El tono de la posibilidad de amar sin ser amado en la época liberal, es la que Houellebecq utiliza para narrar las causas de las caídas sociales, hacía, tal vez, el totalitarismo, una vez más sentencia:

“Es triste el naufragio de una civilización, es triste ver como se hunden las mejores inteligencias; empiezas por sentirte un poco incómodo en tu vida, y acabas por aspirar al establecimiento de una república islámica”

Por este tipo de comentarios es por lo que se le acusa a Houellebecq de reaccionario, de igual forma literariamente se le critica de contar siempre la misma historia ácida sobre la modernidad, pues en realidad, si es cierto, cuenta la misma historia; porque es la nuestra y no difiere mucho entre protagonistas, el sujeto cansado de su propio andar vital, tal vez el último hombre de la modernidad, “soy el Zaratustra de las clases medias” vaticina.

Por ejemplo, el pasaje anterior, alusivo al orden islámico tradicional, es otro tema de una de sus obras “Sumisión” y de hecho la incapacidad sexual también forma parte de la obra “Plataforma” y sobre todo en su primera novela “Ampliación del campo de batalla” y a su vez, la muerte, obsolescencia forma parte de “El Mapa y el territorio” y ni hablar del antimodernismo y su romántico apocalipsis en su última novela a la fecha “Aniquilación” si, Houellebecq toca la misma historia, pero de diferentes aristas, amén de un Houellebecqverso

En fin, las añoranzas de un pasado desde el futuro para recobrar esa genuina humanidad y amor, lo ponen en el campo de la Neoreaccion, aunque debería claramente ser apolítico, el fantasma del efecto celiniano se alza sobre la mediocridad moderna. En la obra, menciona que los valores del amor, de fuerza, juventud y belleza son “lamentablemente” los mismos que los del nazismo. Pero el amor ideal es imposible, para Houellebecq, el amor está más cerca del holocausto que de un estado de eternidad:

“No había amor en la libertad individual, en la independencia, era pura y simplemente mentira, y una de las más burdas que se pueden imaginar: solo hay amor en el deseo de aniquilación, de fusión, de desaparición individual, en una especie, como se decía antaño, de sentimiento oceánico, en algo que de todas maneras, al menos en un futuro próximo estaba condenado”

El neoreaccionarismo landiano reza un inhumanismo experimental, de la siguiente forma: “... Todo el desarrollo natural y cultural de la tierra como efectos secundarios de la evolución de la muerte, porque solo en la muerte, la vida se convierte en un eco del sol, al darse cuenta de su destino inevitable: la pura perdida.” Es decir, solo en la muerte hay vida, solo en la muerte hay luz, luz del sol, parte de las conclusiones de la obra landiana, curiosamente su obra principal donde recoge dichas ideas se titula “Sed de Aniquilación”.

En un mundo de vida eterna, sin muerte, el nihilismo absoluto mataría lo humano en sí mismo. Houellebecq escribe: “No es el hastío lo que pone fin al amor, o mejor, ese hastío nace de la impaciencia, de la impaciencia de los cuerpos que se saben condenadas y querían vivir…” Desde ese punto de vista, incluso el placer y la transgresión debe ser totalmente utilitaria, o al menos, con una función más allá de la producción de vida estúpida:

“… el único proyecto de la humanidad es reproducirse, continuar la especie. Por obvio que sea que se trata de un objetivo insignificante, lo persigue con un encarnizamiento atroz. Por mucho que los hombres sean desgraciados, se oponen con todas sus fuerzas a lo que podría cambiar su suerte; quieren hijos, hijos semejantes a ellos, para cavar su propia tumba y perpetuar sus condiciones de su desdicha. Si se les propone un cambio, un camino distinto, hay que esperar unas reacciones de rechazo feroces…”

¿Acaso ese es el único fin de la humanidad? Todo se agota en razón o espíritu, como si estuviéramos luchando sin fin ante dos conceptos, Michel, establece también al final de la novela, un final, por lo menos, aceleracionista.

El relato de Daniel, es leído por su clon número 25 en el futuro. Un futuro distópico, donde esta raza de clones mejorados genéticamente, altamente racionales, llamados neohumanos, tomaron el control de la identidad humana, pero, viven conectados a la red, sin que exista la sociedad en sí.

Los neohumanos, pasan clonándose y traspasando información de unos a otros. Todo esto, surgió con el proyecto de inmortalidad. En fin, que el clon número 25, se dispone abandonar la conexión y aventurarse al mundo salvaje.

Al final, de la destrucción de la raza humana hay un regreso a los orígenes, y así, y tal vez solo así, seamos vitalistas al fin de cuentas. En el sentido mítico de la obra, el romanticismo nihilista de Houellebecq, el cual prevé el inicio de nuestra inhumanidad como la última esperanza de recuperar un sentido, el que sea que fuere, al menos nos muestra la posibilidad de una isla.

“… seguramente el amor, igual que la piedad, según Nietzsche, nunca había sido otra cosa, que una ficción inventada por los débiles para culpabilizar a los fuertes, para imponer límites a su libertad y su ferocidad naturales. Las mujeres habían sido débiles, en especial a la hora de parir, en sus comienzos necesitaban vivir bajo la tutela de un protector poderoso, y a tal efecto habían inventado el amor, pero en la actualidad se habían renunciado tanto a inspirar como en experimentar un sentimiento que ya no tenía ninguna justificación concreta. El proyecto milenario masculino, perfectamente expresado en nuestra época por las películas pornográficas, consistente en despojar la sexualidad de toda connotación afectiva para devolverla al campo de la pura diversión, había conseguido realizarse por fin en esta generación…

Hagen Negro

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