martes, 13 de diciembre de 2022

La última utopía. Por Hagen Negro

I. Nihilismo y aniquilación romántica

“Ahora caballeros, liberemos el infierno”

Max Montana. Anime Hellsing 

La humanidad tiene un pathos tanático demasiado fuerte para ser ignorado, deseamos nuestra muerte y nuestro fin, incluso más de lo que nos gustaría aceptar. Ya lo decía el buen Céline en sus entrevistas, “en el hombre hay una pulsión de muerte, deseamos nuestra muerte, incluso negándola”. Por ejemplo, Francisco Bifo Bacardi, es un crítico cultural italiano contemporáneo, que profetiza el fin de la humanidad en el avance tecnológico, el lenguaje lógico, y el arropamiento de la apolítica.

Obviamente, esta idea de tintes luditas, tiene ecos en el romanticismo histórico y su rechazo a la modernidad; pero esto, es algo más, este arrojamiento a la técnica tiene irónicamente bases pro-humanistas, acorde a la comodidad moderna. Mientras, Bifo dramatiza desde los cadáveres de la izquierda romántica del 68. Hay otros que saludan a la muerte humana con más simpatía, incluso como algo deseable, de igual forma, ven esta “fenomenología del fin” en las orillas del futuro tecnológico. La NRX (neo-reacción) y el aceleracionismo de derecha, propone la superación de la comodidad humana-teológica, negando la democracia, la política y la asquerosa igualdad.

La NRX tampoco abraza la idea de retorno al campo, la tradición, y a la protección del humano. Al contrario, ve en la actual decadencia capitalista, el proceso ideal para acelerar los fenómenos sociales de base histórica y dar el gran salto, pervertir el dinero, conservar el tiempo. Siendo una utopía aun desde el pesimismo.

Ya existían producciones filosóficas fascistas en el rechazo a la técnica, pues fundamentándose en un romanticismo clásico, se rechaza nostálgicamente lo actual para revitalizar el futuro en pos de un pasado inexistente, pero construirle desde el presente. Engendrar a la madre desde el hijo y traer al padre desde la nada.

Recordamos la frase de Drieu La Rochelle de que el fascismo no es otra cosa que la lucha contra la técnica, en ese sentido, el rechazo a lo actual y lo mecánico es una revuelta romántica.

Hay otro romanticismo hacia la nada misma, que no plantea otra cosa que un abrazo al presente vacío, de una forma tan cínica que no hay otra forma más que augurar la última revolución y futuro posible, el último intento de hacer alguna obra de la humanidad, la última utopía; la nada o la aniquilación. Emil Cioran nos da una visión muy acertada de este radical nihilismo. En su libro “En las cimas de la desesperación” se pregunta por el sentido del mundo actual, el que solo prevé miseria y desgracias. Y aduce la incapacidad de la moral tradicional para soportar el mundo, vaya, básicamente, la lógica seguida de la muerte de dios.

Cioran promueve una nueva versión de moral, un nuevo relato y utopía, el de la agonía:

“Yo no puedo aportar nada al mundo, pues mi manera de vivir es única: la de la agonía. ¿Os quejáis de que los seres humanos sean malvados, vindicativos, ingratos e hipócritas? Yo os propongo, por mi parte, el método de la agonía, que os permitirá evitar provisionalmente todos esos defectos”

En efecto, vivir, augurando y promoviendo el final definitivo de la humanidad, es, irónicamente, la única forma de seguir viviendo. El suicidio y aniquilación como meta y forma:

“Mediante el látigo, el fuego o el veneno, obligad a todo ser humano a realizar la experiencia de los últimos instantes… para que conozca esa gran purificación de la muerte”

Nos habla de una nueva fe, el fin del nihilismo debe ser la aceptación de una nada más radical. Al nihilismo tecnológico, al nihilismo de acero fascista, ahora se sigue un nihilismo de la niebla y la nada. Sin embargo, dista Cioran de ser un pesimista simple y vacío, no es la sed de aniquilación por la simple aniquilación, sino un nuevo paso de la humanidad hacia lo inhumano, un paso necesario de la muerte, Cioran apunta: “Lástima que no pueda yo hacer agonizar al mundo entero para purgar la raíz de la vida”.

La vida como mal en el mundo es la modernidad, esa idolatría supersticiosa, intolerante y doctrinal que recibe el nombre de “humanismo” el falso vitalismo positivo actual. El vivir por vivir que criticaba Nietzsche en el último hombre. Y propone una escena esperanzadora de la última utopía:

“El fuego con el que yo incendiaria al mundo no produciría su ruina, sino una transfiguración cósmica esencial. De esa manera la vida se acostumbró a una alta temperatura y dejaría de ser un nido de mediocridad ¿Quién sabe si incluso la muerte no dejaría dentro de ese sueño, de ser inmanente a la vida?”

Con ese idilio al fuego transformador de la agonía y culto a la muerte, es como Cioran concluye su reflexión de la agonía como nueva moral, pensando en que incluso con la adopción de la muerte y aniquilación se combatiría a la propia muerte, sin duda alguna, recuerdan al pensamiento de H.P. Lovecraft, cuando nos dice que:

“No está muerto lo que yace eternamente, y con los extraños eones, hasta la muerte puede morir”

Lo eterno que yace y hasta la actualidad estará presente es la muerte. Y solo con la muerte se supera el tabú de la misma vida. Cioran a los 25 años de edad que es cuando escribe en las cimas de la desesperación, se autodenomina especialista de la muerte, es un buen título que muchos de nosotros deberíamos de adoptar.

II. El progreso y la guerra

“Los creadores son odiados más que nadie; pues son los aniquiladores más minuciosos”

F. Nietzsche 

Y el porqué de tan anunciada llegada al poder del suicidio y la nada por parte de Cioran, no es por otra cosa que la lógica histórica de la dialéctica humana. Cioran había vivido el convulsionado siglo XX, también fascista por parte de la Guardia de Hierro, había que mencionar. Cioran tiene eso en común con los siguientes invitados, pero antes…

El progreso, el humanismo y felicidad son los mitos que soportan la democracia y el productivismo capitalista, que enajena al hombre y lo vuelve máquina, irónicamente drenando las fuerzas vitales de toda realidad, muy al contrario de las máquinas deseantes de Gilles Deleuze.

John Gray es otro desilusionado del progreso, y de toda Utopía. Sus estudios son parecidos a los de cualquier filósofo pop, como Zizek, Markus Gabriel y Byung Chul Han. A diferencia, de que Gray no solo es crítico, sino que pesimista y aboga por la nihilista nada, sin ningún reparo ni proyecto alterno a esta.

Gray cercano a la academia inglesa reaccionaria, utiliza de ejemplo la propia colonización inglesa y la segunda guerra mundial como critica al progreso moderno. En cuanto, la colonización inglesa y su imperialismo analiza el relato de “Corazón de las tinieblas” de Joseph Conrad. Donde observa a los colonos protagonistas hundirse en la miseria africana, y hundirse en la locura, tras ver las realidades corruptas de su fe progresista”.

Concluye, tras ese breve análisis, que el creyente del progresismo tiene una psicología cristiana, pues fue el mito católico el que puso fin al mundo pagano antiguo de ciclos, y fundo una narrativa lineal, hacia un mundo mejor, un paraíso, un futuro. Dicho creyente, al ser contrastado con el barbarismo y la desmentida lógica progresista, fracasa, en su fe, y dicha perdida de “Dios” trae el nihilismo supremo.

 De ahí la intolerancia del hombre moderno hacia cualquier alternativa.

La creencia y vida del hombre moderno, son, pues, inútiles, fútiles y sin otro sentido más que del fracaso, ¿acaso toda política positiva, no es igual?

Si las revoluciones son utopías, ya irrealizables, el crecimiento gradual y moderado, es, de la misma forma, una utopía imposible. El progreso en la civilización solo es posible en los interludios durante los cuales la historia está en reposo.

De los muchos ejemplos de individualidades románticas de la guerra (Mann, Céline, Rochelle, Jünger) Gray escoge al corresponsal británico Lewis y al apóstata fascista Malaparte. De Lewis, analiza su conversión al pesimismo al visitar la Italia napolitana destruida en 1944. En “Nápoles, 44” Lewis describe el mundo post-civilización de Nápoles, ve la miseria, la corrupción, la muerte, el caos, y la violencia; pero lo que vería un civilizado como barbarie, Lewis lo observa como la vida pagana misma.

En Nápoles 44, los napolitanos, lejos de quejarse y derrotarse ante la debacle, encuentran en los escombros una nítida actitud estoica neo-pagana. Para el pueblo italiano fascista, no hay derrumbe civilizatorio, sino otro ciclo de debacle, sin fin, con el eterno retorno, sin duda recordando también al revolucionario conservador Oswald Spengler y su teoría cíclica de la decadencia de occidente. En efecto, el antídoto contra el nihilismo es el pesimismo. La feroz resistencia nihilista contra la barbarie, nos da las claves contra la desilusión y el suicidio. En pocas palabras, amar a la muerte hasta dejar de temerla. En el fascismo no hay derrota.

Por otro lado, un cínico y desengañado total, como Malaparte, también destruye todo ánimo de vida, pero en aras de una contemplación superior de la vida, la estética de la guerra. En sus libros “La piel” y “Kaputt” Malaparte compara la vida durante la guerra misma y la posterior paz o posguerra.

Menciona que hay dos formas de sobrevivir, la primera es no morir; la cual estaba vigente durante la guerra, está caracterizada por un peligro inminente, real, mordaz y plausible contra un enemigo o riesgo. Malaparte dice que este no morir es el que prevalece en la guerra y lo vive día a día en combate el soldado.

La otra forma de vida es la de sobrevivir, en la cual el orgullo, valor y gallardía del no morir se desvanece porque ya no hay peligro. En el sobrevivir, las personas se humilla, pierden su lugar en el mundo, su valor, y se paralizan por la comodidad productiva. El sobrevivir es el modo de la misera paz y la posguerra.

Malaparte recomienda estar cercano a la muerte, al peligro y al combate. Es por ello que observa vitalidad y grandeza en la guerra. Malaparte reflexiona la relación entre la guerra y el trágico mundo pagano (algo mencionado de igual forma en el Nacimiento de la tragedia de Nietzsche) y, Curzio, al igual que Heidegger, toma al bosque como símbolo del hombre real, no el moderno, sino el primitivo, el condenado a morir.

“Nada hace a los hombres tan mortalmente, hostiles, nada tiene un poder comparable para inquietarlos y enfrentarlos entre sí, nada los hace tan insensibles e inexorables como la violencia pre-natural del bosque. En el bosque, el hombre vuelve a descubrir sus instintos originales. Sus impulsos animales más primitivos vuelven a la superficie, se abren paso a través del delicado entramado de sus nervios, reaparecen al otro lado de su fina capa de civilizadas convenciones e inhibiciones en toda su exquisita virginidad”

En este aplastante deseo de volver a ese mundo pre natural, el hombre deviene en una especie de camaleón que, para adoptar su color real, debe posarse en la nada.

Para finalizar este soliloquio, a favor de la utopía de la muerte, vale mencionar el discurso de Max Montana, personaje del anime/manga de Hellsing, general nazi, ficticio, villano al mundo de una organización neonazi que bombardea Londres con vampiros germanos. En el anime, a su organización “Millenium” (por el Reich de los mil años) le habla así a sus huestes:


Caballeros me gusta la guerra. Caballeros, AMO la guerra.

Me gusta el holocausto, me gusta el Blitzkrieg, me gusta la ofensiva, me gusta la defensiva, me gustan los sitios, me gusta el avance, me gusta la retirada, me gusta la limpieza y me gusta retirarme.

En los campos, en las calles, en las trincheras, en las planicies, en la tundra, en el desierto, en el mar, en el cielo, en el fango y en el pantano.

Realmente amo cada tipo de guerra que el hombre puede hacer en el planeta.

Me gusta el atronador rugido de la artillería, mientras arrasa con todo el enemigo desde la línea frontal. ¡Cuando los cuerpos enemigos son lanzados alto en el aire y los pedazos caen lloviendo, hacen bailar a mi corazón! ¡Me gusta cuando uno de nuestros tanques, con sus 88 mm se estrella con un tanque enemigo! Siempre queda un cálido sentimiento en mi pecho cuando saltan de los tanques solo para ser acribillados. Me gusta cuando las líneas de infantería pasan a través de las líneas del enemigo con las bayonetas en alto. Recuerdo cuanto me conmovió ver a los reclutas tan asustados y apuñalaban al enemigo una y otra vez después de muerto. Y ese dolorosamente excitante cuando un tonto desertor queda colgado de una lámpara. Y que maravilloso es cuando los enemigos prisioneros gritan en sincronía con el grito del arma que disparo contra ellos. Y esa inútil resistencia persiguiendo nos en una llama de gloria, a pesar de tener una pésima calidad de armamento.

Incluso recuerdo cuando los Shrapnel de 4.8 toneladas del ataque del Dora destruyeron su ciudad. Me gustaba cuando los soldados rusos se lanzaban al caos. y cuando las villas que supuestamente protegen son atravesadas y las mujeres y niños son violados repetidamente. ¡Qué triste es!. ¡Me gusta cuando la maquinaria de guerra de los ingleses y los americanos es aplastada y destruida!

¡Y cuando son perseguidos arrastrándose en el suelo como insectos es una increíble desgracia!.

Caballeros, lo que quiero es una guerra como el mismo infierno.

Caballeros, mis compatriotas, miembros del batallón, ustedes que me siguen. Caballeros, ¿qué es lo que desean? ¿También quieren guerra? ¿Es un baño de sangre si piedad por la guerra lo que desean? ¿Anhelan una batalla hasta los límites del acero y filo golpeándose al punto que mate a todo ser en 3000 mundos?.

Muy bien, entonces tendremos Krieg. Todas nuestras fuerzas están aquí, dentro de nuestros puños extendidos, listos para atacar.

Acabemos con aquellos que nos han olvidado, despertemos a aquellos que ha caído en un suelo profundo. Los sujetaremos por los cabellos, les abriremos los ojos y los obligaremos a recordarnos. ¡Les recordaremos el sabor del miedo verdadero!. Les recordaremos que existen cosas entre el cielo u la tierra que no creyeron posible que existieran ni en sus peores pesadillas.

Ahora caballeros, liberemos el infierno.

III. El último camino

“No nos sentimos muy seguros en el mundo de la palabra interpretada”

Maria Rilke 

No hay forma más vitalista, más un querer vivir que desatar el caos y la guerra, como diría Cormac McCarthy “la mejor forma de adivinación es la guerra”.

Tras observar el evangelio del fin de Bifo, la agonía de Cioran, leer las ocurrencias negativas de la utopía Gray, Lewis y Malaparte, y rescatar el amor a la acción de Montana ¿Por qué la humanidad no ha dado cuenta de que el único camino, asegurado en la historia es la nada y la aniquilación? No es que haya otra alternativa de vida, todos vamos hacia muerte.

Es por ello, que considero la única utopía posible, la de la nada, y también es por lo mismo que el “humanismo” y “progresismo” odie la finitud y el ritmo. El sueño de la técnica es el vivir por vivir, y matar a la muerte, pero eso no forma parte de ninguna utopía y es una pesadilla para otro ensayo.

Hagen Negro


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