lunes, 12 de septiembre de 2022

Septiembre, mes de las cenizas. Por Ras

Mes de la muerte del imperio sobre el cual el sol no se ponía, anhelo de los muertos y de los vivos que añoraban el viejo régimen de los incestuosos coronados. Una patria vive y desea la libertad y el pueblo en cadenas se ata a nuevos amos y maestros, nuevas cadenas, nuevos señores, nuevos emperadores.

Este es el mes de la bandera tricolor católica en la tierra americana de sueños y fronteras desérticas, fronteras selváticas y elites autonombradas en el circo de democracia y libertad. La bandera que en un momento era símbolo de la unidad, de nuestros padres y nuestros hermanos ahora se tiñe de la sangre de sus héroes, de sus bandidos y de sus inocentes y se mancha con la grasa de los alimentos de los corruptos mandatarios que la azotan por las migajas de la globalización. Es la bandera que nos enseñan a amar y blandir en defensa de nuestra libertad, pero tal como el águila en el nopal, nosotros nos hemos de batir en duelo contra la serpiente, el animal de la mentira, la envidia y la conspiración. Un águila en combate devorando al animal de aquel engaño sobre el fruto del edén, fruto del deseo y del conocimiento. México ha perecido y es de las cenizas que no renace, pero si se deifica como aquel culto a la muerte que nos ha de permitir retomar la esencia de nuestros difuntos amados para recordarlos y ofrendarles sus favoritos alimentos.

Tal como la leyenda origen del símbolo patrio, nuestros hermanos connacionales se encuentran en la ruina del camino sin rumbo hacia un destino incierto guiado únicamente por su fe ciega y la esperanza puesta sobre el horizonte por el que caminan, millones de almas en pena por la incompetencia de algunos pocos con la mala suerte de dirigir y gobernar en su mediocridad e ineptitud haciendo la meta de la carrera la completa extinción de la nación y las culturas e identidades presentes en ella. Comiendo y consumiendo los regalos que nos ofreció la tempestad en mascara de aquellos miles de dioses que han impregnado el pueblo en alma y espíritu. Nuestra patria, nuestro espíritu y nuestra sangre.

Es menester rememorar aquellos valientes que con las banderas nacionales iniciaron la lucha contra la serpiente humanizada que adoptamos en nombre de viejos sistemas rancios que solo apresan al hombre y a la mujer en consumo y la desdicha del mar océano a merced de la tempestad. Les llamaron bandidos, cuatreros, rebeldes, esperpentos y más epítetos que clamaban en voz el viento de odio y miedo de las elites y de los órdenes establecidos, maestros de la violencia y del pueblo como Pancho Villa, Emiliano Zapata, Nicolás Rodríguez, Rodolfo Fierro y Saturnino Cedillo que se quedaron en el colectivo popular americanizado como villanos y salvajes, mismos villanos y salvajes que liberaron y reclamaron con la enseña nacional al pueblo soberano y autónomo, nuestros villanos y nuestros bandidos. La lucha de los tigres que rugieron y pelearon como el águila cantando en victoria contra una serpiente muerta, magullada y devorada, el máximo ideal mexicano de lucha y revolución es el combate por su soberanía y su pueblo.

Septiembre es el mes de los recuerdos y de la historia, de esa poesía violenta que recorre nuestra sangre y nuestro subconsciente popular. Nuestro himno nacional que llama a la muerte de aquel que se atreva a cometer perfidias contra nuestro pueblo, nuestros símbolos y tierra, que se oigan los cañones rugir, que se oigan las águilas cantar, el chillido de las ratas siendo apresadas por tecolotes, el aullido de los lobos y rugido de los tigres, que se escuchen por todo el globo que este mes se hará respetar y preservar en esta azotada, herida y apresada nación. Que el judío y el americano aburguesado sienta el temor recorrer su espalda al observar el 1611 en Polanco y Santa Fe, que los regentes de este feudo modernizado vean su sangre manchar las calles de San Pedro Garza García y que sientan por un instante que el odio se ha cosechado después de años de esclavismo y propaganda. Aquellos circenses de la democracia y la supuesta libertad de expresión que son los grandes medios corporativos, enemistados con la verdad y con el pueblo a punta de acuerdos y negocios. Que los canadienses mineros que van a acapulco por el turismo sexual vean su hombría desprenderse de su cuerpo con la ira y que el muerto de hambre por fin coma.

Este es mi mensaje, odio, tierra y sangre. La tempestad sabrá recompensar estos sacrificios y que todas las razas exóticas vean a nuestra nación por encima de ellos, nuestro pueblo reivindicado y nuestros símbolos con el terror de ver en el futuro la suya extinción, la misma forma de terror con la que ellos destruyeron al país a base de consumismo y sus idearios artificiales democráticos. Pues esta es mi despedida a este mes, mes de la sangre de nuestros villanos, tierras privatizadas y pueblo des-espiritado.


Aquí llamo a la nación sin laureles en la que la serpiente ha vencido al águila, el pueblo llano que se desvive por el hombre encima de ellos, venganza, odio y furia. Que el doliente de Hidalgo renazca en la tempestad y el culto a la muerte se alimente a raíz de nuestra nueva idea. Sangre de nuestros muertos y vivos. Así pues, me despido haciendo el llamado que alguna vez nos liberó de los europeos imperialistas. “Las armas nacionales se han cubierto de gloria.” frase necesaria más que nunca.

Ras

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