lunes, 27 de junio de 2022

Sobre las democracias modernas y su ilusión de poder. Por Ras

Fila para comprar pan durante la Gran Depresión. Estados Unidos, 1929

Los hombres han querido fundamentar sus instituciones en poderes y en deseos de estabilidad en el ojo de la tormenta que implica vivir en el planeta tierra y, aunque no lo parezca, tener un control sobre las intervenciones de otros en lo que llama ‘su tierra y sangre’. Dicho sentimiento es errado y condicionado bajo la premisa de obediencia ciega hacia un sistema corrupto y frágil, la sociedad en la que se forja es débil y condenada al fracaso desde el primer momento en que se adecua a las preferencias de un supuesto grupo de individuos en una elite establecida bajo los contratos sociales que implica la existencia de un sistema de normas, leyes y reglas. Con el tiempo, rindiendo al hombre con esas mismas instituciones sustentadas con la existencia de la sociedad occidental moderna.

En estos últimos años hemos observado en el hemisferio occidental a las democracias (o una concepción mediáticamente aceptable de lo que son) caer en un abismo del cual no tienen salida. A partir de la acción de promover la idea de una civilización sobre bases corruptas y decadentes, principalmente a la espera de una mejoría tardía que no vivirán los individuos sino hasta generaciones cuando todos los problemas primarios sean olvidados y los secundarios de mayor latencia olvidados en la visión y perspectiva colectiva común. Esto es lo que son las democracias de hoy, un movimiento de sociedades que promueven beneficios a las elites corruptas a las expensas de los pueblos y los territorios vírgenes. Le llaman civilización, pero olvidan que el principal asunto en la civilización es el civismo, lo civil.

Sobre el Poder.

El Poder por definición es la influencia o capacidad de hacer que otros ajenos tomen acciones o decisiones de acuerdo a los designios predispuestos haciendo una especie de uso sobre los hombres como recursos, recursos inhabilitados de sentir, vivir y respirar en independencia del mismo sistema que ha ofrecido las libertades individuales, sus defensores claman sobre la posibilidad de conseguir independencia y pedir un pedazo del pastel, incluso vivir bajo el umbral en la ignorancia de miles de discursos tomados de las palabras de estafadores y manipuladores de la realidad al antojo del consumo y de la vida material. Ese es el mayor de los errores del hombre, confiar demasiado en los charlatanes que ofrecen salidas fáciles y rápidas, sin dolor ni sufrimiento, solo la pertenencia a ese selecto grupo de caciques del gran capital, mafiosos de la verdad y de las comunicaciones para traducir al gran colectivo común lo que son sus propias voluntades y caprichos, el hombre corrupto electo para cumplir los deseos de un hombre adinerado y sustentar la fuente de ingresos en otros hombres débiles temerosos del mismo sistema, glorificando lo que es la peor etapa de la humanidad, la esclavitud disfrazada de humanismo, sonrisas y aceptación social para los borregos, los amantes del lujo que ofrece la vida del capital, la vida del gran juego. Instrumentos felices que aceptan lo que se ponga de frente para consumir, ya sean meros objetos de entretenimiento, productos de consumo inmediato o personas con encuentros fugaces.

Esta es la condición de vivir bajo la premisa de la libertad: rendir el espíritu y la humanización del hombre para los intereses del mismo capital. Esa es nuestra barbarie, nuestra perdición. Ser parte de una sociedad decadente sin nada que ofrecer más allá de la vida social estructurada en el reglamento y ley que pocos organizaron o ser un paria y vivir en el rechazo absoluto y desprecio de aquellos que están a tu lado, ya sea por el fanatismo inherente de la sociedad hacia el consumo o la realidad de vivir bajo la bota aplastante de las instituciones que nos avasallaron y nos recriminan no alabarlas. Medios masivos, partidos políticos, institutos “educativos”. Todo un juego para el bienestar de los pocos y el agrado de los muchos. No existe la posibilidad de un sistema social que promueva las libertades sociales e individuales cuando su base esta motivada por instituciones que rigen la vida de todos bajo el lema del orden y el progreso, una mordaza para nuestra especie.

Sobre la Democracia

Continuando la idea de los párrafos anteriores, aquí es donde yo decido hacer mi tesis en la que sostengo que el problema es la organización, la estructura social en la que nos advocamos para recibir las ventajas, aquellas falsas palabras de malcriados y de los destetados que poco entienden la sociedad, la realidad y la cosmovisión, pues han estado décadas observando el propio asunto y no el universo que le rodea. Este es el individuo ideal de aquel sistema maldecido por los santos y blasfemado por los honestos en cada acción tribal que observe alejarse de su jurisdicción, la contraparte del ideal es el hombre tribal, el hombre independiente de la propaganda social. Un rebelde no se mide por el daño que genere, sino por los hombres que pueda unir a su tribu contra el sistema, opuestos a una masa ciega, al salvaje y barbárico maestro, el profesor corrupto que se niega a escuchar a sus alumnos en nombre del gran orden y su ilusión de poder, aquellos brutos que claman tener razón defendiendo un solo aspecto solo porque es conveniente al sistema.

La democracia, el gobierno de la mayoría, el de los débiles y los falsos mártires que manipulan a millones y al mismo tiempo niegan otorgar socorro por vivir inmiscuidos en el propio mundo, en el masivo entretenimiento y la naturaleza. Haciendo memoria vaga recuerdo aquel bello momento que leí en la Biblia un pasaje que advierte sobre estas mismas fuerzas: 

Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos. Romanos 16:17 - RVR60

Fuimos advertidos, sabíamos que llegaría la hora en la que charlatanes hablarían con palabras bonitas para los que tenían oídos desesperados, pudimos hacer un alto como sociedad, pero, por el contrario, les dimos la facultad de hacer leyes, de usar los tronos y coronas, de dejarles vestir las finas ropas que llevan, si cualquiera desea ponerse en contra de estos poderes es absorbido o es injuriado, aunque por ninguna razón el que es absorbido es considerado como un ser humano para empezar, es considerado como un empleado, un inferior. Estos casos pueden confirmarse con todos esos partidos políticos, asociaciones mercantiles y empresariales, grupos y sectas religiosas, todos son parte del mismo animal, la misma hidra que mantiene distintas cabezas.

Cuando uno de ellos acepta la realidad de la existencia de una oposición real es cuando observan su sistema temblar y deciden tomar todas las acciones necesarias para que sus detractores desistan, recuerden al caso de la ETA, de la IRA, del EZLN y otros grupos que se alejan de todo sistema local para conformar uno propio y orgánico, no soy etarra, zapatista ni mucho menos irlandés, pero estoy seguro que ver los enfrentamientos necesarios contra todo lo que ofrece el sistema democrático para conformar una restauración de la civilización democratizada es mejor que vivir bajo el umbral del sistema que coacciona a sus instituciones para ahogar a su población.

La Ilusión de la sociedad.

Es el anhelo de algo, la inocencia de un ser que observa lo desconocido. La sociedad ha tenido distintos cambios en la historia, muchos incapaces de cambiar las directrices de la sociedad y sus estructuras, sus jerarquías. Cambiamos un capataz por un cacique, pero no hemos cambiado nuestras cadenas ideológicas, espirituales ni culturales, preservamos el mismo sistema y conservamos la jerarquía de poder que nos ha atado a nuestra libertad para entregar nuestros bienes y valores, hemos conservado nuestra estructura social para rendir y vender al mejor postor nuestro pensamiento, sea un político entregado a un supuesto “orden y progreso” o incluso uno de esos patriarcas empresariales que nos dejan, intencionalmente, migajas financieras para preservar la misma ilusión de jerarquía. Como he mencionado antes, no existe igualdad ni equidad entre los superiores ni las elites, ‘Todos los animales son libres, pero algunos animales son más libres que otros.’ Es una frase que viene a mi cabeza, quienes son los más libres y los que salen impunes de sus crímenes perpetrados contra la civilización y más allá, contra la humanidad, son aquellos que nos dictaron que pensar, que creer, que amar, que defender y que ofender.

Aunque a todo lo mencionado parezca una gresca, todas las elites son parte del mismo grupo, pero pelean entre sí para entregar a nuestros pueblos al abismo y robar más para ellos, sin importar cuantas vidas se carguen o lugares destruyan. El valor de sus bienes y beneficios es superior a las vidas humanas que represente la adquisición de estos primeros. Recuerdo el numero incontable de guerras que sostuvo el, alguna vez popular, presidente Barack Obama, incontables vidas arruinadas y perdidas por un valor económico y todas sus operaciones avaladas por los mismos medios que hoy por hoy, 2022, amedrentan a la Rusia de Putin al poner en practica el mismo imperialismo. No es más que la hipocresía de hacernos creer que vivimos en la simulación de una sociedad civilizada democrática.

Grandes corporativos mediáticos realzan sus códigos éticos cuando se ocupan de silenciar a los periodistas y ciudadanos consternados con su situación y la de sus sociedades. Los políticos nos hacen creer que nos aman, cuando cobran los mismos impuestos por los que nosotros nos partimos el lomo y nos desvelamos procurando a nuestros seres amados, menos nos quieren libres para pensar o discutir, ellos son políticos para estar en la elite, no para servir, ninguno se salva.

El Desafío

Esta es nuestra odisea en el Tártaro que llamamos sociedad, nuestra alternativa es la única y absoluta rebeldía contra el sistema: La mente tribal, el aislamiento grupal. No importan las grandes instituciones que nos impusieron y adoctrinaron en sus dogmas y éticas cuestionables, solo importa la sangre y el suelo, la sangre de nuestros hermanos y el suelo sobre el que pisamos, sea donde sea y quienes fueren. Nuestro manifiesto es el poco interés sobre nuestros enemigos y opresores, ni sus discursos habrán de ser considerados como iguales. Es una voluntad y la única que nos concierne, la nuestra y la de nuestros hermanos y nuestra sangre. Aquello en lo que realmente podemos constatar a base de nuestros valores y metas. Donde un político dicte algo, nosotros como hermanos debemos dictar lo propio e imponer nuestra visión sobre la de facto, no somos instituciones para ordenarnos, somos hombres libres y soberanos de nuestro propio destino para fijar nuestro futuro a nuestra voluntad. Es la razón principal del porque estoy escribiendo esto y mantengo la esperanza de ser leído para no imponer mi propio pensamiento, sino influir para que la rebelión permanezca aún si yo no estuviera.

La libertad no la fijan las instituciones, leyes, ordenes, ciencias ni los individuos, sino la voluntad de estas para mantenerse y oprimir a otros y donde haya opresión hay una ilusión de alternativa encaminada a cambiar los roles y mantener la misma estructura, llámense los revolucionarios mexicanos que cambiaron rifles por trajes en finales de la década de 1920-30, cuyas familias han preservado el poder aun si hubiera “cambios administrativos”.

Quisiera finalizar con la frase de uno de los soñadores e idealistas en los que he basado mucho mi propio pensamiento: Todo Hombre un Rey (Every Man a King), de Huey Long, exgobernador de Luisiana asesinado por su rebelión. Aquel que denunció ese sistema que tenía la capacidad de darle una vida digna a su pueblo, pero se deslindó del pueblo para apoyar a las elites sometiendo al pueblo.

Todo Hombre un Rey, en honor a Huey Long y su memoria yo decido denunciar aquel sistema que hoy tiene ganancias a costa de la hambruna espiritual, material y cultural de un pueblo abandonado a su suerte, una sociedad donde todos son Reyes, cada hombre un Rey. Y me atrevo a destacar, la humanidad vive el tiempo de mayor perdición, pero las tribus que formemos representarán la trascendencia de aquel abismo, ese Tártaro.

Ras

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