jueves, 9 de junio de 2022

Entelequia invariable. Por Alejandro Monterroso

 

El sueño del pastor, por Henry Fuseli.

Cuando en oscuro comienzo
Se eleva hacia alturas insospechadas
Un hombre epicúreo cuyo aliento
Revela el sufrir de frías mañanas.

Ante vuestro altar, viejo e intacto,
Las flores se posan, rasgo jovial.
Y como perlas, suaves al tacto,
Denuncian un pasado marcial.

¡Guerra sin tregua!
Veneno que fluye por tus venas.
Un instante, y luego duermes.
Un instante, y sobre ti se ciernen
Sueños de fatales sirenas.
Sueños que acechan
Desde las grietas líricas
De condenadas iglesias.
Y blancas manos rítmicas
Tocan para vosotros
Hermosas liras místicas
Profano para tantos otros.
Divino para almas divinas.

¡Guerra! Contra el instante 
En que voces sacrílegas
Infestan el dulce aire.
Aquel soplo, al que, ay, nadie
¡Nadie! Ha de acercarse.
A menos que su vida ofrezca
Como sacrificio último
Como esfuerzo musical, lúdico,
Mágico y, ¿acaso trágico?

Guerra contra uno mismo.
Guerra, que aquel espíritu
Que inunda de belleza y fuerza
El alma, implacable y súbito,
Exige tal sacrificio.

Y cuando de rojos labios
Brote la delicada sangre.
Y cuando en el vivo altar
En aquel sólido instante
Caigan dulces, vibrantes,
Las últimas palabras por pronunciar.
Entonces vosotras estaréis,
Oh, olímpicas fuerzas,
Oh, deidades nuevas, 
Antiguas y eternas,
Complacidas con nuestra fe.
Sonrojadas ante la piel
Que se rasga entera.

Os ofrecemos el bien,
El mal, ¡y aún! El amor.
Y la ávida pasión
Y si lo piden, desdén.
Y si os complace, rehén
Y siervo puedo ser.
Absoluta sumisión.
Olvidarme de quién soy yo.
Violencia y compasión.

¿Lo veis? 
Cuerpo y sangre
Tanta como antes
Vosotros recibiréis
 
Alejandro Monterroso 

 


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