El sueño del pastor, por Henry Fuseli.
Cuando en oscuro comienzoSe eleva hacia alturas insospechadasUn hombre epicúreo cuyo alientoRevela el sufrir de frías mañanas.Ante vuestro altar, viejo e intacto,Las flores se posan, rasgo jovial.Y como perlas, suaves al tacto,Denuncian un pasado marcial.¡Guerra sin tregua!Veneno que fluye por tus venas.Un instante, y luego duermes.Un instante, y sobre ti se ciernenSueños de fatales sirenas.Sueños que acechanDesde las grietas líricasDe condenadas iglesias.Y blancas manos rítmicasTocan para vosotrosHermosas liras místicasProfano para tantos otros.Divino para almas divinas.¡Guerra! Contra el instanteEn que voces sacrílegasInfestan el dulce aire.Aquel soplo, al que, ay, nadie¡Nadie! Ha de acercarse.A menos que su vida ofrezcaComo sacrificio últimoComo esfuerzo musical, lúdico,Mágico y, ¿acaso trágico?Guerra contra uno mismo.Guerra, que aquel espírituQue inunda de belleza y fuerzaEl alma, implacable y súbito,Exige tal sacrificio.Y cuando de rojos labiosBrote la delicada sangre.Y cuando en el vivo altarEn aquel sólido instanteCaigan dulces, vibrantes,Las últimas palabras por pronunciar.Entonces vosotras estaréis,Oh, olímpicas fuerzas,Oh, deidades nuevas,Antiguas y eternas,Complacidas con nuestra fe.Sonrojadas ante la pielQue se rasga entera.Os ofrecemos el bien,El mal, ¡y aún! El amor.Y la ávida pasiónY si lo piden, desdén.Y si os complace, rehénY siervo puedo ser.Absoluta sumisión.Olvidarme de quién soy yo.Violencia y compasión.¿Lo veis?Cuerpo y sangreTanta como antesVosotros recibiréis
Alejandro Monterroso
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