Yo soy la puerta, la mensajera, el dios habla solo por medio de mí; hace de mi boca, la suya; mis ojos son suyos; de mi cuerpo, su ser; de mi ser, su cuerpo. Ceso de ser yo para ser una parte de él, en su toque mi éxtasis mi espíritu reboza desborda mi exceso de mí es la ambrosía de mi dios.
El habla en su lenguaje críptico, el secreto se me da al descubierto cuando en éxtasis todo velo me es recorrido la verdad última me es revelada cuando mi alma vuelve al cuerpo que no es mío, sino de dios, todo retoma su velado misterio. Me es oculto todo aquello que dios hizo de mí, me es ajeno todo aquello que llegue a saber lo he olvidado, hay más de setenta mil velos más entre la sapiencia de lo divino y aquellos que les consultan. Solo a mí me es concedido navegar en ese mar de velaciones y misterios, con el cargo de que solo ser un recipiente para la manifestación de lo divino, más nunca ser lo divino por mí sola. Mi naturaleza humana me restringe de ser una con lo divino, lo divino es momentáneamente en mí, más mi ansia es ser una en lo divino.
Por la diosa se me ha dado protestad sobre estas tierras, en la cueva sobre la cual se levanta el más impoluto de los montes, resguardo el fruto de la tres veces diosa, un fruto dorado secreto del que solo se ha oído hablar más, nadie ha sabido encontrar, envuelto por mil y una ramas de misterio, absorto e involuto.
Perennes jardines hasta donde la vista se alza de blancos mares de níveos claveles e hilos de rojos rosales que desembocan en el canto de dos cenotes que resguardan en ellos secretos de candor virginal en donde los ríos subterráneos de pasiones forman espuma y riegan con ella rosales secretos y resguardados por relieves laberínticos donde ofrendas sacro imperio que me fue encomendado por la tres veces diosa: la madre, que es bondad y protección; a la seductora derroche de pasión y perversión; la destructora, que crea la crueldad y redención.
Soy todas las que son soy aquella que quiere ser escondida bajo la obscura verdad solo revelada a aquel que es digno, el velo que protege mi misterio también es aquel que los profanos vislumbrados por falsos misterios buscan.
Hago de mi cuerpo cáliz para la hierofanía y su presencia me eleva, me hace ser más de lo que puedo hacer. La revelación divina como arrebato de codicia divina substraído por aquello que es ajeno a lo del día a día.
Hundido en lo efímero, en aquello que emula a la muerte en su unidad, convierte a lo uno en aquella ruta de acceso a la unidad.
En el ardid místico todos los nombres de dios se invocan de manera profana, solo el nombre secreto que no se puede articular conscientemente, solo en el arrebato se obtiene la manifestación divina llega a su estertor de ansia, sutiles caminos de rubí emergen en mí y en lo amado dios-diosa se hace presente y el nombre oculto de dios se vuelve verbo. Por un momento mínimo las identidades se evaporan y la vida-muerte se diluyen en dulces aceites perfumados, la unión divina nace y muere fugazmente, el alma me sobrepasa y derramo sobre lo divino, mi alma que es de él, placer más dulce y más pasional goce sublime de mí, él, de lo divino y en lo divino.
La divinidad es el fin último de la unión, la histeria y anatema como castigo por el rechazo al encuentro.
Mi anhelo de lo divino se nutre de la diosa como luna y el dios como sol; ella sigilo de plata que lo signa de fulgor místico y piadoso; el que lo aviva de frenesí y arde dentro de mí
Metáfora eterna, vivida y revivida, lenguaje secreto se graba en mi piel, solo el uno sabrá descifrar el mensaje velado entre mis venas, sus dedos bordeando los contornos que mi piel ofrece, leerá la diáfana inscripción que las lágrimas surcaron en mis mejillas. Con sus manos recorrerá las cortinas de mi secreto ser, navegará los ríos desbordados de mí, el sol que se escuece en el bosque de mi alma y al oído me dirá el nombre secreto que solo la divinidad y yo conocemos. Enferma de amor, mi profana, yo moriré y quizás renacerá en lo etéreo. La sangre de mi corazón será tinta para que la divinidad, para que en mí grabe su nombre.
Palabras de amor desnudas, actos de entrega sincera. Si mi pasión fuese turbia y entrega falsía, ruego a la divinidad, envenene mi sangre y el cáliz del vino de su pasión se torne en amarga cicuta.
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