Anda ve, dales café, ofréceles algo. Haz tiempo de favor te lo pido.
Diles que no me maten, que no ganan nada haciéndolo. Solita la vida se me va, ya la sangre no me corre bien ni me calienta el cuerpo. La huesuda ya me anda llamando y viene a visitarme. Enveces me levanto por que se me sube el muerto y nomas es ella jugando con mi alma, dándome una probadita de lo que se siente el infierno.
Diles que ya no vale la pena condenar sus almas por este viejo de cuerpo débil y pellejo.
Ve y diles lo que te dije, que no sirve de nada gastar un solo cartucho para hacer el trabajo del tiempo. Que no tengan miedo por venganza, más no puedo hacer con estas manos flacas que no sean piscar café y flores del cerro para venderlas en la iglesia por unos pesos.
Diles que tengan tantita madre. O es que no ellos o tienen madre, o se les murió como la mía. Pobre de mi madre, la muerte la salvó de esta vida rancia y bastarda.
Así te digo muchacho, anda ve, y diles esto, que la sangre ya ni me sirve, es más. Ni sangre es eso, solo un cuajo de lo que denante era sangre. Ya mis huaraches se rompieron y soy tan pobre que no puedo ni comprarme otros.
Por favor chamaco diles que no me maten. Quiero llegar a semanasanta y visitar la tumba de mi madre otra vez. Quiero escuchar las tórtolas cantar y tomarme otra copa de mezcal.
Yo no tuve la culpa de que el hombre de esa familia me debiera unos dineros. Unos tallos de salmiche y unos recatajos de cauchil le hicieron el culpable de que le quemara 3 tiros en su pecho, él solito llegó a eso, él solito se buscó su propia fortuna. Ya de por sí medio pueblo le tenía coraje y así mismo medio pueblo sonrió y bailó el día de su entierro.
Nomás los maldosos de su familia y compañeros lloraron pero pues como no. Si esa misma gente fue la que lo puso en malos pasos. Cuando esperaban en los caminos a los burros de ocote y carros de caña, los perros bajaban corriendito y ahí los veías todos privados de la ansia que por que tenían que bajar a cobrar una tanda. Pero estaban ahí, todos escondidos detrás de los mezquitales, inundando el silencio del camino con el ladrido de sus perros bravos y ay de quien sea el pobre maldito que se tope con ellos, porque a ninguno lo han visto de nuevo desde que se supo que alguien de esa familia le había puesto un cuatro.
Pobres de aquellas almas verdad de Dios. Es por eso que repito y nunca dejo de repetirlo; Se lo merecía, se había buscado la muerte y la encontró. Dios me puso ahí para enviárselo, después de tanta maldad no faltaría poco hasta que Dios les diera su fortuna. Uno nomás no se puede pasar la vida dañando a otros y causando el mal, tarde o temprano le llegan a uno las consecuencias de sus actos y a ese wey solo le llegó un poquito de todo el mal que hizo. El no merecía seguir pisando esta tierra de todos modos, y por eso les digo que no me maten, no me hagan esta venganza, porque yo no he hecho nada malo, solo Dios me va a juzgar por ello y hasta entonces voy a estar contento porque me dirá que he hecho algo bueno.
Yo por eso les digo que no me maten porque ya me falta poco, porque no he hecho nada malo, porque ninguno de los que está allá afuera entenderá lo grave que es apostar la vida de esa manera y no tener ningún sentimiento de perdón ni piedad. Dios los va a castigar. Yo no mate a nadie, solo le hice un favor al infierno y les regresé su demonio p'atrás.
Gabriel Filipo
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