Y aquí estoy, mirando al cielo tétrico,
degustando de un atardecer crepuscular,
deleitándome con las nubes rojizas.
He sido retribuido, saciado.
Y mis ojos, excitados por el fuego de la guerra,
presencian un sol poniéndose entre las montañas
bendecidas por la sangre de los salvajes.
Sacrificio total.
Y esa sangre es un elixir que recorre mi cuerpo.
Una diversión para el homicida,
un horror para el hombre común,
para mí, es un distintivo.
El bautizo de la Tempestad.
-Máximo Heilner
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