Un número que supera la realidad. Un escudo, una espada y una estrella, es el ruido de mi corazón que destella luces y grita por la destrucción del raciocinio. Merezco ver la destrucción de la razón y sus elementos materiales ilusorios que nos someten al desdén feral e instintivo, esclavos que eran todos mis hermanos y yo, mascotas de esos señores magnificados por el dominio y sus tretas consumistas.
El hombre no es su mascota, no. El sistema
es la creación del hombre, el sistema sirve a la dichosa virtud lunar y sus
agentes de control. No nombrados jeques, duques, alcaldes, reyes y emperadores
chupasangre que compraron sus títulos vendiendo las cadenas que ofrecieron a mi
tribu, a mis compañeros, colegas, amantes y hermanos segregados, no somos la
virtud, somos el odio. Eso somos y no somos más, es el odio y la ira, gasolina
de voluntades exacerbadas y guerreros de la subversión. Mis hermanos, mis
honores, mis armas.
Existe la otra alternativa -si es que se
puede llamar así-. La rendición, subyugación a los intereses de otros,
convertirse en los perros falderos, fantasmas del pasado sin voluntad, sin
amor, sin dignidad. Eso serian, eso solían ser todos. ¿Por qué cambió todo? No
se sabrá y no debe descifrarse, pues cada hombre camina a distinto ritmo,
tiempo y moral. Es quienes somos, lo que hacemos lo que nos da entrada a la
eternidad espiritual al afrontar los desafíos, destruir los miedos y dominar al
ser feral, instintivo y común que somos, ser algo más, trascender y renacer como
esencia de la misma voluntad, ser el amante de la mujer que nos enseñó a
comenzar de nuevo, que nos habría intentado dominar, ser el amante de la muerte
que concluirá su cita con el ultimo beso de pasión y nos corresponde arder en
vitalidad para enseñar que aún habrá voluntad y risas en el ultimo despido.
Amantes, novios, esposos, acosadores y
conquistadores, pero nunca siervos de la Dama en el Lago, nunca temer a la vida
eterna en el corazón de nuestros rivales, nunca desvivirse por el futuro y la
perdida, pues solo se vive el momento y la vida es demasiado corta para
regalarla a aquello que nos destruye, que nos desmoraliza y que nos atormenta,
nosotros somos la destrucción, la falta a la moral, la tormenta que devora
hasta el navío más orgulloso. Somos la tempestad, en la letra y en la actitud.
Mi alma, mi vida, mi salud y mi honor no
vale nada más allá de mis acciones, de mi voluntad y mi fortaleza, aptitudes
que solo yo puedo forjar, que solo yo puedo adoptar y solo yo puedo preservar.
Sin aquellas no soy nada y volveré a pertenecer al abismo prestando mi ser al
demonio de la razón, del miedo y de la duda.
Esto es la tempestad, esto es lo que soy,
quien ambiciono ser y lo que aguarda de mis hermanos, es esto lo que deseo
convertir en cada hombre que vea con el valor y la consciencia. Adopto a cada
uno como hermano, no por mera formalidad o amor, sino por voluntad guerrera y
mágica, de faltar a los votos de hermandad, yo espero el peor de los tratos no
por traición o la cobardía, sino por la mentira a uno mismo de esperar ser algo
que no era, de hablar palabras que no eran mías y de poner en consideración
intereses que corrompan mi ser y a mis hermanos. Es por hermandad que espero
ser sometido a juicio con la pluma, la espada y la mente de mis hermanos y
camaradas. No espero piedad, pues nunca habré de plantear la piedad en aquellos
que rompan la confianza que les confiero.
Voces guerreras, guerrilleras, paladines y
guardianas de la ira del hombre, de la hermandad de mis amigos y de la fuerza
que adopta el último reducto de rebeldía. Con estas palabras vagas y humanas
siembro mis semillas de voluntad no para mostrar la grandeza de un numero o de
un movimiento, sino para alimentar esas voluntades, esos deseos e incitarles a
que hagan cumplir su voluntad donde sea que planten sus pies, pues son hombres,
dominadores, jerarcas y capataces de su vida, su voluntad y merecen aprender
que son ustedes quienes renacen cada día para convertirse en una mejor versión.
Su existencia es la razón de mi inspiración
y espero devolver el favor con mi obra, acto y pensamiento, somos la tempestad,
somos el 1611 en todos lados y es nuestra voluntad la que espero los acompañe
hasta el último respiro y, si me lo concede la vieja huesuda, me acompañará en
el beso de las ultimas buenas noches, pues como hombre solo debo temer a caer
en la perversión y la desdicha de ser una abominable maquinación de la
corrupción rendida a los pies del poder y el sistema de aquella asquerosa
serpiente dorada que esclaviza a los hombres con falsas promesas de vida
eterna.
Por eso mis camaradas, mis hermanos y a mis
colegas les doy esta justa muestra de aprecio. Que se queme el mundo en su
totalidad y bailaremos sobre las cenizas para que sea nuestra la semilla que
preñe el nuevo mundo, la que reinventa a los hombres y crea nuevas obras. Cada
uno de nosotros será el amante de la muerte, soberano de la voluntad y hermano
de las forjas, tintas y bebidas que se pongan enfrente.
Por Ras, su amigo, hermano y compañero.
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